YAUYOS: LADRONES SACRÍLEGOS ROBAN EN IGLESIA DE OMAS

Enrique Verástegui o la matemática total de las Rosas Por Juan Pablo Mejía*

Es necesario que se diga: Enrique Verástegui (Lima, 1950) es el poeta vivo más importante del Perú. A principios de los setentas presentó al público En los extramuros del mundo (Milla Batres, 1972), mítico libro que no sólo significó la apertura de su aventura literaria, sino también el punto de ruptura del discurso poético peruano de ese entonces. De ahí en adelante no ha cesado de escribir.
ENSAYANDO UNA DEFINICIÓN
¿Pero quién es Enrique Verástegui?, le preguntaron en una entrevista: “una literatura” respondió sin titubear. Y es que desde sus inicios en 1970, junto a Jorge Pimentel y Juan Ramírez Ruiz, en Hora Zero, grupo poético y de connotaciones políticas (con un discurso vinculado a la izquierda), Verástegui mostró su gran talento, convirtiéndose pronto en la voz cantante de su generación. Su primera entrega, En los extramuros del mundo, que según el escritor peruano Fernando Ampuero fue “una bola de fuego en el corazón de sus contemporáneos”, remeció el ambiente literario de esos años, catapultando la fama de Verástegui a la calidad de genio, de acuerdo al calificativo del poeta Juan Gonzalo Rose.
Para Ricardo González Vigil, la obra verasteguiana se encuentra a la altura de Dante y su Divina Comedia. Y es que Verástegui, que le dedica a la escritura alrededor de 8 horas diarias, desarrolla su obra a través de tres ejes básicos que él mismo reconoce como su disciplina de trabajo: el espacio de la cultura, el espacio de la urbe, y el espacio de su propia experiencia.
En el espacio de la cultura encontramos su trabajo en las bibliotecas del mundo, y más precisamente en las lecturas de escritores como Lezama Lima, Kafka, Joyce, Cavafis, Sartre, a poetas como Li Po, Pound, Oquendo de Amat, Martín Adán, y entre otras personalidades a Carlos Marx, Einstein, Wiggenstein, para citar unos ejemplos.
Sobre el espacio de la urbe se despliega el trabajo de campo. Se cuentan para ello los parques, los amores solapados o perdidos; las calles de Lima, París, Barcelona o Cañete; la gente, su neurosis, y sus coloquios: el común intercambio de palabras dentro de una conversación cualquiera, pero que para Verástegui representa una de las experiencias más ricas en contenidos poetizables.
Ahora bien, el espacio de la experiencia personal es el resultado de la constatación de los dos anteriores. La atalaya en que se alza la escritura del poeta: “la exacta resonancia de la llagadura hecha palabra”, según Alonso La Torre.
LA MATEMÁTICA TOTAL DE VERÁSTEGUI
Para Verástegui la utilización de fórmulas matemáticas y diagramas de flujo en la construcción de sus textos, lo mismo que palabras, equivale a la actitud que deben asumir los escritores y poetas en la actualidad. No se extingue, como habían presumido los postmodernistas, la poesía con el avance científico, al contrario, ésta se fortalece con y en las nuevas tecnologías; se renueva, como un ave fénix, constantemente.
Verástegui ha tratado siempre de hacer una poética personal, que refleje sus intereses, que no son otros que los ideales de libertad, de conocimiento, de vida y de justicia; ideales que artísticamente se expresan en una estructura fielmente vinculada al concepto de perfección. Perfección entendida como belleza.
"Ahora concibo la poesía como una cuestión de tecnología, y antes la concebía como un proceso dialéctico de producción de signos de lenguaje”, afirma Verástegui. En ese afán es que el poeta logra fundar su teoría integral. En ese afán, que vincula la literatura con la economía y la filosofía, la física nuclear y la historia, con el cine, el ensayo con el poema, y el poema con la lógica moderna. Poetizar equivale para Verástegui a fusionar la matemática con la creación verbal, en pos de un objetivo supremo: totalizar el conocimiento humano.
BONUS TRACK:
Enrique Verástegui responde
¿Por qué escribe?
Escribo poesía para darle un sentido a mi vida pero también puedo escribir novelas o ensayos para recrearme en las situaciones procelosas de la historia.Al momento de sentarse a escribir,
¿necesita estar en un estado especial?
Me siento a escribir por el impulso de sentarme a escribir, y así puedo estar horas, días, años, o décadas.
¿Cree que la poesía es algo que a uno le sucede?
La poesía es una visión sagrada, es salirse de lo rutinario, encontrarse con lo nuevo en la mecánica de lo cotidiano.
Para algunos la poesía que usted escribe es demasiado críptica, alguien decía por ahí que Enrique Verástegui escribe para sí mismo.
Creo que en el extranjero me comprenden mejor, pues en una página web se dice lo siguiente de mí: “a través del tiempo ha ido desarrollado una lírica heterodoxa, iconoclasta, dejándolo a merced de los que lo califiquen como vanguardista pero que ni aún así logran comprender toda su obra”.
Después de una treintena de publicaciones, entre plaquetas, folletos y libros, ¿cuál cree que es el aporte de Enrique Verástegui a la poesía peruana?
Creo que el aporte de mi persona a la poesía peruana es el proyecto de ÉTICA, un megaproyecto para un país no acostumbrado a estas cosas. así, me ha tocado inaugurar lo mejor de nuestra historia a mí, sin quererlo.
¿Cómo ve la poesía actualmente?
Me gusta leer a los jóvenes porque tienen la inocencia de la juventud, mi misma hija, Vanessa, que es arqueóloga y antropóloga, escribe con esa inocencia.
Finalmente, ¿en qué proyectos está trabajando?
Estoy considerando si publicar en un solo libro los ensayos de El SABER DE LAS ROSAS, o si publicar en libro aparte mis trabajos sobre poesía peruana del siglo XX.

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