Fui con mi familia a Chilca, en la provincia de Cañete,
específicamente, a Las Salinas. Fuimos a conocer las lagunas que han dado fama,
entre otras cosas –como playas o sitios arqueológicos– al lugar.
La idea es embarrarse con el barro de las lagunas, me dijeron. Y no
pudimos evitar recordar la clásica película de Universal llamada El monstruo de
la laguna negra. Pero, dejando la broma, el barro contiene cloruro de sodio,
sulfato, carbonato de calcio, yodo y sales minerales. Estas sustancias,
posiblemente, curarían problemas dermatológicos y óseos, como el reumatismo
articular crónico, también para problemas de hipertensión arterial e
infertilidad.
Así que a eso íbamos. En el recorrido divisé algunas playas que hay
desde Lima a Cañete, vi Pachacamac, zonas rocosas, arena, olas, casas pequeñas,
y unas islas que formaban una ballena.
Hasta que llegamos. Primero fuimos a la laguna La Milagrosa; entramos,
era la más salada, la de más barro y la más grande. Luego de jugar un rato con
el agua, nos embarramos el cuerpo con esa sustancia oscura y gomosa, y nos
pusimos al sol. Mi padre se divertía tomándonos fotos. Después nos enjuagamos y
fuimos a La Encantada, la de rumores de visitas extraterrestres y de extrañas
desapariciones, pero esos son solo mitos; posee las mismas propiedades
curativas. Luego, algunas de las mujeres de nuestro grupo entraron a La
Mellicera, que tiene fama de ayudar al aparato reproductor contra la
infertilidad. Regresamos a La Milagrosa. Comimos en un restaurante local y
compramos un vino de higos –fruto común de la zona.
Fue una experiencia divertida, relajante. Pese a ser un lugar sencillo
y sereno, es un buen sitio para pasar un par de días y conocer sus zonas y sus
festividades. No debería olvidarse estas localidades, y el gobierno debería
promover el desarrollo, el turismo, y la mejora de estas.
Comentarios