El Búho rememora sus épocas de escolar y en esta nueva
columna cuenta la verdad, y nada más que la verdad.
Este Búho rememora sus épocas en el colegio, ahora que
millones de niños y adolescentes tuvieron su primer día de clases. Ayer contaba
que estudié mi secundaria en el hoy emblemático “Hipólito Unanue”. No me gusta
idealizar ni “maletear”. Contaré la verdad, y nada más que la verdad, de lo que
viví al recordar esta etapa de mi adolescencia.
LO BUENO: Pese al deterioro de su infraestructura, en el
“Hipólito” existía un comedor donde mi promoción llegó a disfrutar las raciones
diarias de desayuno para todo el alumnado. Te daban dos panes crocantes y un
vaso con soya caliente, algo que luego se eliminó de los colegios nacionales y
que debería repetirse. En el “cole” había algunos profesores excelentes,
dedicados a su trabajo pese a los bajos sueldos.
Trabajaban en los “Gabinetes”, como el de geografía o
física y química muy completos. Sobre todo, el profe Zacarías, de geografía,
quien conseguía los mejores videos de la Transtel alemana y nos los proyectaba
semanalmente. Asimismo, un profesor como “Miguelito” de literatura, que nos
cambió la vida al hacernos leer a muchachos de 12, 13 y 14 años a los mejores
literatos nacionales como Mario Vargas Llosa, Julio Ramón Ribeyro, José María
Arguedas, González Prada o César Vallejo.
Hasta el “Ramayana” hindú. Y cómo olvidar que hasta había
una radio escolar donde, los de quinto, a la hora del recreo, de la promoción
“Javier Heraud”, pasaban música latinoamericana de Quilapayún, Inti Illimani o
Piero, y también de Los Beatles y Rolling Stones.
LO MALO: No todos llegaban a aprender y estudiar. Un buen
grupo de malandrines, expulsados de colegios de barrios movidos o sencillamente
maleados, que iba al colegio a joder y hacer “bullying” a los chiquillos más
tranquilos. Y las autoridades, salvo algunos auxiliares machos como “Drácula”,
se hacían de la vista gorda. Hasta los profesores se morían de miedo cuando
alguien denunciaba que un abusivo le había pegado por gusto.
Por ser tan pusilánimes, durante un viaje de promoción a
Lunahuaná, los palomillas tomaron cachina, lo que no estaba tan mal, pero se
“cruzaron” y se fueron a la carpa de los profes, le sacaron las estacas y, al
derrumbarse el toldo, les lanzaron botellazos.
Al día siguiente, los profesores asadazos castigaron a
todos los viajeros, hasta a los inocentes y ordenaron que el bus regrese a Lima
y no vaya a Paracas, que era el destino. Felizmente, al final perdonaron la
ofensa y el bus continuó rumbo a Paracas con orden de “ley seca”. Fue lo mejor,
pues justos iban a pagar por pecadores.
LO FEO: Para mí, la presencia de “profesores” que venían
a “estafar” a los alumnos y no a enseñar. Había uno que llegaba al salón y le
decía al brigadier, al zambo grandazo Bazán (sí, el arquero de Cristal). “¡Voy
a leer El Comercio, no quiero bulla!” El brigadier gritaba “¡apanado al que
habla!” y todos quedaban en silencio.
El profesor leía tranquilamente su periódico en horas de
clase. Una vez me harté del engaño y grité: “¡zánganooooo!” Todos me “apanaron”
y todavía el sinvergüenza me botó del salón y me jaló por no tener miedo de
decirle su verdad en la cara. Me hizo un favor, porque no vi más su rostro de estafador
de la educación.
Otro era peor. Enseñaba idiomas y desde el primer día,
con ojos de gavilán, señalaba a los que “iba a jalar”. Los reunía y les pedía
cosas para no desaprobarlos al final del año. A mi pata Oliva le dijo que le
trajera un diario todos los días hasta fin decurso. A otro, “Loco Lobo”, cuyo
padre trabajaba de chofer en la Embajada rusa, le pedía que le trajera vodka ruso,
zapatos, chompas y abrigos.
A fin de año acompañé a mi pata “Lobito” para entregarle
¡un saco de arroz! a su casa abajo el río Rímac. Allí me quedé lelo,
encontramos una cola como la del Metropolitano. Todos “unanuinos” con pavos
vivos, cajas de panetón, leche, champán, hasta una gallina, para entregárselos
a ese mal profesor para que les aprobara el año. Le decían “Kike” y ya debe ser
dueño de un supermercado. Apago el televisor.
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