Por Vladimir Alexander rojas Hinostroza.
Estuve en Hualcará, por el
centenario de Teodoro “Lolo” Fernández, de quien no tengo por qué exponer
muchos referentes: Fue la máxima expresión del balompié nacional. Y durante la
estadía protocolar, todos los que hablaron señalaban que “aprendamos del gran “Lolo”;
porque al final de lo mucho que se hizo no debe imitarse nada. Me explico.
Primero, un arlequín que no
merece presentarse en nombre de “Lolo” (y que fue reconocido) indicó en un
adulón mensaje su gratitud a la familia Ramos, además de disculparse por
sostener que Hualcará siempre será una hacienda, y no un centro poblado. El
mensaje era claro: en las haciendas no se reparten títulos de propiedad. Ahora
comprendo porque hasta la fecha los damnificados no reciben los suyos. Qué
tristeza siento por el “Cholo” Fernández.
Segundo. Una escena lacrimosa
de uno de los Ramos, ante una multitud de visitantes y foráneos, dado que la
mayoría de hualcarinos observaba desde sus viviendas lo que acontecía. Quizás
preocupados por esa derruida capilla o desmotadora, cuyas ruinas pueden
victimar en cualquier momento a alguien. Y es que, el desinterés por el colapso
de esos edificios, tiene relación directa con la ausencia de Defensa Civil en
Hualcará, aunque María Montoya estuvo presente.
Tercero. Un “homenaje” con entrega
de una plaza con malos acabados y el césped a presión, son una muestra horrenda
de una imagen de lo que no debe llamarse jardín. Y el tejado instalado en el
centro de la misma, es la cara visible del apresuramiento de entregar una obra
en una noche de verbena y licor. Así dicen quererte gran “Lolo”. Qué tristeza.
Cuarto. Observo el estadio,
que al igual que la plaza, fueron remodelados en forma reciente por la
Municipalidad Provincial. Quedaron de lado, los cuestionamientos a la
inversión, en un terreno que la propia familia Ramos ha considerado “privados”.
Si esto no es malversación de fondos, que dicha familia entregue los terrenos a
quienes le pertenecen: padres y madres, hijos e hijas, abuelos y abuelas,
quienes durante décadas entregaron hasta la propia vida para que otros se
enriquezcan.
Un cantante aludía en una
letra: 17 de setiembre, día de tristeza por la muerte del gran “Lolo”. Hoy 20
de mayo, siento más tristeza de constatar que muchos aún quieren asesinar la
ciudadanía de Hualcará. Qué desilusión que en tu centenario, nadie haya
reparado que en Hualcará no tengas una casa a tu nombre (señalan así: ahí
vivió; otros detrás decían: pero no era dueño). Exhiben escombros, porque en tu
centenario ni un museo adorna tu recuerdo. Qué tristeza, ídolo crema.
Antes que los títulos y
medallas, debieron propugnar el respeto por la vida, el recuerdo y la historia.
La de Lolo Fernández fue extraordinaria; sin embargo Hualcará, tu tierra, sigue
detenida en el tiempo. Seguramente en otros 100 años, el escenario sea otro. No
esperemos.
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