CAÑETE: FISCAL SUSPENDIDO POR LIBERAR A LOS “GOTA A GOTA” SE NEGÓ A DECLARAR PARA LA PRENSA.

Palomas con kilometraje


Cañete es una ruta de competencia obligatoria para los criadores de palomas en el perú. En China se apuestan miles de euros en las carreras de palomas mensajeras. La colombofilia, la afición por criar y hacer competir a estas aves, es un fenónemo de ricos. Pero en el Perú, los fanáticos no apuestan billetes: se juegan el honor.

Ernesto León, criador de palomas mensajeras, dice tener la solución para el fastidioso problema de las palomas callejeras.  A las "ratas voladoras", como las llaman los que las odian, no hay necesidad de matarlas, podrían servir de alimento.

Palomares gigantescos construidos por las municipalidades donde se reunirían a las aves, eso se imagina León. “Se llamarían palomares ecológicos, se criarían hasta dos mil palomas de la calle, a quienes después de ser debidamente vacunadas y desparasitadas se las reproduciría. De dos mil palomas se obtendrían cuatro mil pichones; de cada pichón, dos presas que se podrían preparar en caldo o en tallarines. Ocho mil platos podrían ser vendidos a precio simbólico a los pobres en quioscos municipales. ¿Te imaginas? Con lo nutritivo que son los pichones..., sería como un Vaso de Leche pero con caldo de pichón. Poco a poco las palomas callejeras irían desapareciendo”.

Aunque suene delirante, León no ve otra forma de acabar con la plaga que tiene molestos a los limeños y que ha hecho que su hobby, criar palomas mensajeras, sea mal visto.

Él, que tiene 45 años, es un colombófilo impenitente desde hace décadas. Su afición consiste en adiestrar palomas mensajeras para hacerlas competir en carreras de larga distancia. Sabe todo sobre razas, alimento y cuidado:

"La colombofilia es un deporte millonario en otros países pero en Perú es un pasatiempo", dice.

León llegó a tener un palomar con más de cien aves en el techo de su casa en Barranco. Pero hace poco tuvo que trasladarlas al campo, lejos de Lima, por las constantes multas municipales y los abucheos de sus vecinos que piensan que sus palomas son las que se cagan sobre la ropa de sus tendederos.

“La gente no sabe diferenciar entre una paloma mensajera y una callejera. Compararlas sería como confundir a un perro con pedigree de uno vagabundo”, agrega León, incómodo por la mala fama que ha caído sobre sus amigas aladas: “Mis aves están bien nutridas, no tienen piojos ni parásitos como las de Castilla (nombre común de las callejeras)”.

Injustamente, los colombófilos son los nuevos perseguidos de la ciudad.

Los amigos de León, de la Asociación Colombo Perú, exitosos empresarios y profesionales, criadores como él, prefirieron no salir en esta nota porque temen ser descubiertos y obligados a desmontar sus palomares caseros.

Pero si estuviéramos en la China otra sería la historia. Sus aves no serían vistas como focos infecciosos. Valdrían oro.
Millonarias apuestas

El 2013, el multimillonario empresario chino Gao Fuxin pagó 310 mil euros por Bolt, una velocísima paloma mensajera en una subasta on-line.
El año pasado, en ese país, las apuestas en las carreras de palomas mensajeras sumaron pozos con cifras exhorbitantes. Millones de euros fueron apostados a las aves más rankeadas.

En China la colombofilia es un fenómeno, un deporte de ricos enloquecidos por palomas pura sangre que provienen de Bélgica, la meca de esta afición.

Estas aves son tan valiosas que hasta hay ladrones taiwaneses, los llamados "piratas paloma", que las secuestran en plena competencia, las cazan con redes invisibles o cebo, se las llevan, les toman fotos y piden grandes recompensas por ellas.

Se dice que las palomas mensajeras más veloces del mundo las tuvo el español Carlos Márquez Prats, una leyenda de la colombofilia. "Cuando murió, cada ave fue vendida en 350 mil dólares y en un día volaron", cuenta León.

Le ha heredado la fama el reputado colombófilo belga Jos Thoné, criador de invencibles ejemplares que atraen la atención de jeques árabes y mandatarios chinos, quienes lo visitan para comprar algunas de sus maravillas emplumadas. 

La de allá es competencia de alto vuelo, la peruana es más austera pero no por eso deja de ser emocionante.   

Aquí, las cinco asociaciones de colombófilos que hay en el país organizan campeonatos cada año. No se compite para ganar sino por puro gusto.
Modestamente, la paloma más veloz de Ernesto León está valorizada en mil dólares. Es la 'Mora', la que le hizo ganar el primer lugar en el Gran Fondo de 2012, volando 12 horas seguidas de Arequipa a Lima.

"La semana pasada terminó el campeonato anual", dice León.

En mayo arrancó la primera fecha. Más de dos mil palomas, las más veloces, son enjauladas y transportadas en un camión hasta un punto a varios kilómetros lejos de Lima. Primero las llevan a Cañete, las liberan a una hora determinada y en Lima cada dueño espera en sus palomares que quedan en diferentes distritos.

La que llega primero, "marca tarjeta". Los corredores tienen un sistema especial que les permite verificar exactamente quién llegó primero y nadie hace trampa. En China se las controla por GPS. Cuando llegan a sus nidos suena un bip como el de las cajas de los supermercados. Paloma registrada.

Las palomas que llegan primero van acumulando puntos pues la competencia tiene ocho fechas. El segundo día sueltan otra vez al grupo en otro punto, en Chincha y días después en Ica, y luego en Llauca, Nazca, Chala (cada vez más lejos de Lima), Atico, Camaná y Mollendo, en Arequipa, que es la ruta final y la más larga, la de 774 kilómetros, apta solo para palomas fondistas de gran resistencia. Gana el dueño de las palomas más veloces, las que volaron las distancias en menos tiempo.

"Las palomas mensajeras tienen un chip en el cerebro que las hace volver a su nido, al lugar donde nacieron, crecieron y se alimentan. No se van a perder jamás salvo que haya mucha niebla o se crucen con un gavilán o quién sabe...", dice León.

A él se le perdieron una vez noventa palomas que abrieron vuelo en Chilca y que no volvieron a su palomar en Barranco. "Al mes me llamaron desde un barco en alta mar, una de ellas había aterrizado allá", cuenta León.

Tallarines de pichón

Su amor por estas aves lo heredó de una tía abuela que las criaba en su azotea y le preparaba deliciosos tallarines de pichón que él aprendió a comer desde los siete años. Así es León, este empresario que tiene una escuela inicial, un negocio de venta de comida para mascotas y mucho tiempo libre para sus criaturas. Sus hijos no son devotos de los platillos de pichón, pero él dice que no saben de lo que se pierden. 
Ya que sus palomas fueron exiliadas de Barranco, ocupan ahora un palomar en un fundo en Pachacamac que León planea convertir en un derby.
Sus compañeros de Colombo Perú le han seguido los pasos y le han entregado a sus pájaros más valiosos por seguridad (no vaya a ser que sus municipalidades los descubran).

"Toda esta alarma que se formó alrededor de las palomas callejeras apareció de esa vez que se murió un anciano que les daba de comer en un parque. Su esposa salió a decir que se gastaba todo su sueldo en el maíz y los médicos dijeron que se había muerto por una neumonía, contagiado por los pájaros", comenta León, recondando el comienzo de los días negros para sus palomas mensajeras. 

Después vinieron las multas: 385 soles en La Punta para el que dé comida y bebida a las "ratas voladoras". Lo mismo en Jesús María y San Miguel.


León dice que tiene la solución en sus manos pero no lo escuchan. Los colombófilos quieren limpiar su honor. Pero este anhelo todavía no despega.  (La República) 

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