Por: Luis Jochamowitz | Durante siete años fue el hombre fuerte en materia de represiones y calabozos. Cuando se retiró se dedicó a cultivar paltas.
Lo encontraron en su casa
huerta de Chaclacayo, en el momento en que abría el portón para guardar su
enorme y lustroso Ford. Al ver a los periodistas, Alejandro Esparza Zañartu,
exministro de Odría, tomó ese conocido aire de incomodidad y molestia de
quienes no quieren recordar algunas cosas.
–“No tengo nada que decir, hace 15 años que no me ocupo de la política”.
La política para él había sido
ser jefe de la Policía en tiempos de la dictadura de Odría.
–“Era otra época. Todo está sujeto a la época. Ahora ha evolucionado todo”.
Lo dice como si lo suyo fuera
la edad de piedra. De todas maneras, no se arrepiente de nada.
–“Creo que dimos al país la
época en que más fácil trabajo hubo, ¿o no?”
En ese “¿o no?” asoma otro rasgo de su psicología, lo mismo que en la pistola que se delata en una “secreta trasera” del pantalón, o en la súplica de que no se publique nada. Desafiante, sinuoso.
–“¿Por qué no se viene dentro
de tres meses? Yo le podría enseñar mis Memorias”.
La reciente publicación de la
novela Conversación en la Catedral de Mario Vargas Llosa, lo ha convertido en
personaje literario. Su pasado de encarcelador, torturador, y cosas aún peores,
ha resucitado como Cayo Bermúdez, que en el futuro será como un acróstico de su
nombre.
–“No he comprado la novela
todavía, dicen mis amigos que habla muy mal de mí”.
No quiere saber nada de ese
pasado. Ahora se dedica a la agricultura, paltas, paltas de exportación.
–“Hasta he comprado un fundito
en Cañete gracias a la Reforma Agraria”.
–¿Y nunca lo han molestado por su pasado?
–“Alguna vez hubo 300 personas
que me acechaban en un teatro” –alguien lo habrá reconocido y comenzó una
tremenda pifiadera– “pero maltratos nunca. Usted sabe cómo es la gente”.
–“¿Por qué no se viene dentro
de tres meses? Vargas Llosa ha debido de conversar conmigo, yo le habría dado
datos…sobre muchas cosas. (Ríe con sorna)”. (Caretas)
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