Suspensión ad divinis
Excepto Dios, que por definición teológica es ubicuo, el resto de los mortales no puede ocupar dos puestos simultáneos, pues violaría las leyes de la naturaleza.
Así, no se puede ser entrenador de fútbol e hincha al mismo tiempo porque se terminaría por perder la paciencia consigo mismo, al mismo tiempo que todas las disposiciones dictadas para el buen partido de fútbol se convertirían en aserrín de todos los vómitos: es lo que le acaba de suceder al mundialmente famoso Diego Maradona, que, ante el triunfo obtenido por su selección, ante Uruguay, y como si aprovechara el vacío que se produce en los medios de información masiva —el floro y la labia equivalen a la inflación en economía—, donde a la vez que se lee todo, no se lee nada, el director técnico Maradona se “desfogó” —esas son sus palabras posteriores— contra el periodismo que había dudado de su capacidad de dirigir la selección de la gloriosa albiceleste camiseta argentina, sin que, por lo demás, nadie lo provocara para que cometiera el exabrupto que cometió, insultando a todo el mundo y dejando mostrar el estado lamentable de una psiquis que, a todas luces, necesita de un psiquiatra.
Esto solo quiere decir una cosa: Maradona, que tan bien juega al fútbol y que ofende sin que le importe la herida ajena, debe ofrecer disculpas, y asunto arreglado. No porque importe los entretelones de tamaño escándalo sino porque (estamos en pleno cambio de sociedad, donde es necesario construirse una ética) el deportista, y sobre todo el cultivador del deporte masivo, no solo es el ídolo a seguir sino el modelo de vida que la juventud se traza para sí.
No buscamos una sociedad de desalmados sino una sociedad equilibrada, donde los justos no paguen por los pecadores y donde todo sea transparente.Maradona abusa de su fama de gran futbolista y no piensa que más allá del fútbol hay otros deportes que igualmente mueven una millonada de dólares y exaltan a la masa.
El fútbol no es un deporte inventado para el brillo de la cabeza sino de los pies, y el ajedrez, el deporte de la mente, ahora tan avasallada por las computadoras, lo mismo que el cricket se hicieron para el brillo de la cabeza, deporte que se juega bastante en Argentina.
Una época ecléctica esta, y de fluctuación de valores, donde ante los trompicones de la religión y el secretismo absurdo de las escuelas esotéricas, el becerro de oro que nos prohibía Moisés, y me refiero al fútbol como nuevo becerro de oro, se ha adueñado de las mentes de las masas.
Este elogio del fútbol se ha convertido en un despotricar del deporte por culpa de Maradona, que ve fantasmas donde no los hay, excepto en su cabeza exaltada.Haría bien en renunciar Maradona, dejando a su selección clasificada para el Mundial que se jugará en Sudáfrica, y haría bien en no importunarnos la paciencia sabiendo que la crisis económica de la que acabamos de salir nos trae el mal recuerdo que cualquier crisis puede producir.
Ese, me parece, es el espíritu olímpico y el buen ejemplo de todo deporte, y el golf es un deporte olímpico, por ejemplo, que en el cultivo del cuerpo, tanto como de la mente, encuentra la justificación a su existencia. Pero, vamos, juguemos al fútbol, aunque Maradona nos grite, echándonos los fantasmas de su mente.
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