La aparición del primer zancudo es el anuncio que el verano está en camino. Otro tanto ocurre con la aparición de las primeras hormigas exploradoras, son las primeras en enterarse que el sol ya comienza a calentar el asfalto, a la espera de peatones incautos a los que asará en el camino.
No sé cómo será el proceso de selección de los exploradores. Se supone que estos insectos no dejan las cosas al azar, y dudo que se trate de una opción personal, digamos, porque a la hormiga o zancudo le tinca que puede descubrir algo que será útil a su especie.
Normalmente a mí me caen bien los pioneros, los que se atreven a ir hacia lo desconocido, los que arriesgan el pellejo y viven a tope una aventura. Pero eso no me ocurre en el caso de las hormigas y los zancudos. Detesto a estos animalitos. No me ocurría en la infancia, cuando me ponía a observarlos en mi casa de Pueblo Libre y era mi mamá quien se ocupaba de poner los mosquiteros. Entonces me distraía mirando a los zancudos, quietos en la sombra, y a las hormigas negras y gringas, y a las mariposas blancas y negras, que parecían del mismo clan, y a las chiquitas amarillas, y a las más grandes anaranjadas. Me distraía mirando visiones en el cielo raso, a la hora en que los demás dormían.
Ahora me distraigo haciendo este blog, dibujando mis tiras diarias para “Perú21″, ordenando mis papeles, caminando por las calles y frente al mar cada madrugada, mirando las plantas de mi jardín, hablándoles, fantaseando con que podría recibir una llamada que cambiara mi destino. Pero, claro, el cambio tendría que ser muy bacán, porque mi vida como está me está gustando cada vez más.
No sé cómo será el proceso de selección de los exploradores. Se supone que estos insectos no dejan las cosas al azar, y dudo que se trate de una opción personal, digamos, porque a la hormiga o zancudo le tinca que puede descubrir algo que será útil a su especie.
Normalmente a mí me caen bien los pioneros, los que se atreven a ir hacia lo desconocido, los que arriesgan el pellejo y viven a tope una aventura. Pero eso no me ocurre en el caso de las hormigas y los zancudos. Detesto a estos animalitos. No me ocurría en la infancia, cuando me ponía a observarlos en mi casa de Pueblo Libre y era mi mamá quien se ocupaba de poner los mosquiteros. Entonces me distraía mirando a los zancudos, quietos en la sombra, y a las hormigas negras y gringas, y a las mariposas blancas y negras, que parecían del mismo clan, y a las chiquitas amarillas, y a las más grandes anaranjadas. Me distraía mirando visiones en el cielo raso, a la hora en que los demás dormían.
Ahora me distraigo haciendo este blog, dibujando mis tiras diarias para “Perú21″, ordenando mis papeles, caminando por las calles y frente al mar cada madrugada, mirando las plantas de mi jardín, hablándoles, fantaseando con que podría recibir una llamada que cambiara mi destino. Pero, claro, el cambio tendría que ser muy bacán, porque mi vida como está me está gustando cada vez más.
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