Imperial es un distrito pequeño en medio de la provincia de Cañete. Hasta hace unos quince años albergaba en el centro urbano a una importante feria dominical donde cuadras enteras se especializaban por productos: verduras y tubérculos, frutas, abarrotes, carnes, enseres etc. En los límites del casco urbano se estacionaban los camiones provenientes de diversas partes del valle y de otras provincias que atendían los requerimientos de aproximadamente 30 mil familias del mismo distrito y de distritos aledaños como Nuevo Imperial, Quilmaná y Lunahuaná.
Imperial era conocida como la capital comercial del sur o terrapuerto comercial hasta que el municipio decidió eliminar la feria dominical (molestaba a los vecinos residentes en esas calles) y ha motivado la formación de dos ferias más pequeñas en las afueras de la ciudad. Una de ellas con infraestructura más apropiada, sin embargo muy pequeña como para reemplazar a la feria antigua y la otra también pequeña y mucho más desorganizada al otro extremo del pueblo.
En la práctica casi ha desaparecido la gran feria que conocimos de niños, feria que era de concurrencia social pues todos confluían allí, los abuelos se ponían el mejor traje para las compras domingueras y existían los grandes personajes que se especializaban en un producto. Una de ellas era una mujer negra de gran altura que vendía “pan con adobo” a la par de unos pregones muy divertidos.
De esa época me ha quedado la costumbre de comprar frutas. Una vez a la semana voy al supermercado a comprar frutas, no voy a esas tiendas especializadas en frutas pues me parecen demasiado caras.
Hoy en día compramos las frutas sin saber a ciencia cierta los residuos de agroquímicos que contienen. Ni sé si nuestra legislación contempla los LMR (Limites Máximo de Residuos permitidos) supongo que si no lo tenemos regulado se adoptan los de la FAO/OMS/CODEX, a fin de cuentas, nadie los supervisa aquí
Imperial era conocida como la capital comercial del sur o terrapuerto comercial hasta que el municipio decidió eliminar la feria dominical (molestaba a los vecinos residentes en esas calles) y ha motivado la formación de dos ferias más pequeñas en las afueras de la ciudad. Una de ellas con infraestructura más apropiada, sin embargo muy pequeña como para reemplazar a la feria antigua y la otra también pequeña y mucho más desorganizada al otro extremo del pueblo.
En la práctica casi ha desaparecido la gran feria que conocimos de niños, feria que era de concurrencia social pues todos confluían allí, los abuelos se ponían el mejor traje para las compras domingueras y existían los grandes personajes que se especializaban en un producto. Una de ellas era una mujer negra de gran altura que vendía “pan con adobo” a la par de unos pregones muy divertidos.
De esa época me ha quedado la costumbre de comprar frutas. Una vez a la semana voy al supermercado a comprar frutas, no voy a esas tiendas especializadas en frutas pues me parecen demasiado caras.
Hoy en día compramos las frutas sin saber a ciencia cierta los residuos de agroquímicos que contienen. Ni sé si nuestra legislación contempla los LMR (Limites Máximo de Residuos permitidos) supongo que si no lo tenemos regulado se adoptan los de la FAO/OMS/CODEX, a fin de cuentas, nadie los supervisa aquí
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