Los viejos alambiques de cobre, con los que la antigua bodega Casona del Valle destila aún nuestra bebida de bandera, llevan impreso a fuego –como marca indeleble de una ancestral tradición–, su nombre acuñado en 1860. Quien la bautizó así fue doña Juana Euscate, ‘La Tambera’, y dio inicio a la elaboración del primer pisco puro producido en Lunahuaná para embriagar de peruanidad a los queridos hermanos del Ande.
Desde esta antigua bodega enclavada al norte de este fértil y cálido valle costeño, el sabor inconfundible de nuestro destilado de uva comenzó a expandirse a localidades de Huancavelica, Huancayo, Ayacucho e inclusive Abancay, hace 151 años, por iniciativa de esta recordada difusora del pisco.
Por caminos de herradura, a lomo de llama y en odres de 30 litros confeccionados de cuero de cabra, los ‘llameros’ transportaban su preciada carga en jornadas que se prolongaban entre 4 y 7 días.
“Las campanas colgadas al cuello de las llamas anunciaban nuestra llegada a Huangascar, Azángaro, Huancavelica, Ayacucho y diversas localidades de la sierra, con el delicioso pisco de Lunahuaná”, recuerda Wenceslao Rodríguez Gutiérrez, quien a sus 85 años conserva la vieja y férrea estampa de estos ancestrales transportistas .
LEER MAS EN EL SIGUIENTE ENLACE:
http://elcomercio.pe/gastronomia/945032/noticia-casona-valle-cuatro-generaciones-dedicadas-al-buen-pisco
Comentarios