La cantante acaba de ser nombrada en el cargo, destino parecido al de Rubén Blades en Panamá y al de Gilberto Gil, el encargado de mejorar la gestión cultural de Brasil en el mandado de Lula da Silva.
Ascanio Arosemena es herido en la espalda. Minutos antes, como su alma le dicta, entre la convulsión y el pánico, ayuda a evacuar a sus camaradas: los estudiantes del Instituto Nacional que reclaman la izada de la bandera panameña junto a la de Estados Unidos en la zona del Canal.
Pero los ánimos ya están reducidos. El Ejército norteamericano se niega a la petición y abre fuego contra los civiles panameños. Los militares hieren a 300 personas. Matan a 20 y a Arosemena, quien cae al suelo, fulminado, después de ser captado por una cámara de fotografía. En la imagen se ve a un héroe conduciendo a un compañero herido al hospital.
Desde ese 9 de enero de 1964 —conocido en la historia de Panamá como el Día de los Mártires—, Rubén Blades, hijo de la salsa y el latin jazz, deja de ser un latino pro norteamericano y se inscribe en la Facultad de derecho y ciencias políticas de la Universidad Nacional de Panamá, escucha otro tipo de música y empieza “a pensar por primera vez”.
Años después el músico y abogado de Harvard comienza su carrera política. Mediante su “salsa intelectual” critica severamente las dictaduras latinoamericanas y sus funestas consecuencias, así como la intromisión de Estados Unidos en los asuntos continentales. Tiburón, Desaparecidos y Pablo Pueblo son algunas muestras de su ideología convertidas en rimas.
En 1994 participa en las elecciones presidenciales de su país. No gana, pero queda en tercer lugar entre una docena de candidatos. Ya en 2000, cuando su música ha sonado alrededor del planeta, apoya la candidatura presidencial de Martín Torrijos, quien una vez electo nombra a Blades ministro de Turismo.
Una ministra cantante
Susana Baca, cantante peruana de origen afrodescendiente, acaba de tener una suerte parecida. El miércoles pasado, Ollanta Humala, recién posesionado presidente del Perú, la nombró ministra de Cultura, una cartera que lleva tan sólo once meses de vigencia.
Tras su designación, Baca prometió ser una “ministra cantante” y reconoció un nuevo paradigma político en su nombramiento, alejado del machismo y de la segregación racial: “Creo que soy la primera ministra negra en el Perú; en política tenemos que participar los afroperuanos”, declaró la artista de 67 años, quien se mostró candorosa ante la prensa, como cuando se engalana para avivar sus rimas.
La intérprete de María Lando es maestra de profesión, graduada de la Universidad La Cantuta de Lima. Michaell Heumann, crítico de Stylus Magazine, la describió como “una artista talentosa y única que representa al pueblo negro de Perú”. Timothy G. Merello, del sitio web PopMatters, dijo sobre ella: “Susana Baca, más que sólo una cantante, es una poetisa, una historiadora, una espeleóloga y exploradora del folclore y la música afro-peruana”.
La cantante fue calificada por la revista Rolling Stone como una verdadera “diva afro-peruana”. El Latin Grammy que le fue otorgado en 2002 por su álbum Lamento Negro, la distinción de la Orden de las Artes y las Letras por parte del gobierno francés y la Orden al Mérito Nacional lo ratifican.
Pero, según algunos analistas políticos, sus logros artísticos no le alcanzan para un rol digno de una gestora cultural. La condición política de Baca ha estado ligada a la ayuda inmediata que, como ciudadana y artista, le puede ofrecer a la comunidad.
Un día, por ejemplo, la llamaron a decirle que Santa Bárbara de Cañete (uno de los 43 distritos de la Provincia de Lima) no tenía desagüe, por lo que la cantante se dirigió al despacho del entonces ministro de Vivienda, Carlos Bruce. En cuestión de días, esa población ya contaba con un conducto de salida de aguas.
Baca reconoció, sin embargo, que su inexperiencia no era un problema. Pese a su impericia administrativa, anunció que su objetivo era lograr la democratización de la cultura, “quiero que la cultura sea patrimonio de todos los peruanos”, pronunció luego de admitir que los pueblos del interior de su país desconocían sus riquezas .
Para lograr su fin, informó que se comunicará con Gilberto Gil, el cantante de música popular brasileña a quien Luiz Inácio Lula da Silva designó como ministro de Cultura durante su gobierno.
Gil, quien a pesar de un escaso presupuesto logró que las empresas públicas auspiciaran proyectos culturales y creó centros en favelas y reservas indígenas, terminó dimitiendo a su cargo tras cinco años (2003-2008) y todo porque la política “asfixiaba su carrera musical”.
Sin embargo, Baca siente que, al igual que su colega, la política es un servicio civil y como artista, su obligación es ofrecer su mejor repertorio durante su mandato.
Isabella Portilla Elespectador.com
Pero los ánimos ya están reducidos. El Ejército norteamericano se niega a la petición y abre fuego contra los civiles panameños. Los militares hieren a 300 personas. Matan a 20 y a Arosemena, quien cae al suelo, fulminado, después de ser captado por una cámara de fotografía. En la imagen se ve a un héroe conduciendo a un compañero herido al hospital.
Desde ese 9 de enero de 1964 —conocido en la historia de Panamá como el Día de los Mártires—, Rubén Blades, hijo de la salsa y el latin jazz, deja de ser un latino pro norteamericano y se inscribe en la Facultad de derecho y ciencias políticas de la Universidad Nacional de Panamá, escucha otro tipo de música y empieza “a pensar por primera vez”.
Años después el músico y abogado de Harvard comienza su carrera política. Mediante su “salsa intelectual” critica severamente las dictaduras latinoamericanas y sus funestas consecuencias, así como la intromisión de Estados Unidos en los asuntos continentales. Tiburón, Desaparecidos y Pablo Pueblo son algunas muestras de su ideología convertidas en rimas.
En 1994 participa en las elecciones presidenciales de su país. No gana, pero queda en tercer lugar entre una docena de candidatos. Ya en 2000, cuando su música ha sonado alrededor del planeta, apoya la candidatura presidencial de Martín Torrijos, quien una vez electo nombra a Blades ministro de Turismo.
Una ministra cantante
Susana Baca, cantante peruana de origen afrodescendiente, acaba de tener una suerte parecida. El miércoles pasado, Ollanta Humala, recién posesionado presidente del Perú, la nombró ministra de Cultura, una cartera que lleva tan sólo once meses de vigencia.
Tras su designación, Baca prometió ser una “ministra cantante” y reconoció un nuevo paradigma político en su nombramiento, alejado del machismo y de la segregación racial: “Creo que soy la primera ministra negra en el Perú; en política tenemos que participar los afroperuanos”, declaró la artista de 67 años, quien se mostró candorosa ante la prensa, como cuando se engalana para avivar sus rimas.
La intérprete de María Lando es maestra de profesión, graduada de la Universidad La Cantuta de Lima. Michaell Heumann, crítico de Stylus Magazine, la describió como “una artista talentosa y única que representa al pueblo negro de Perú”. Timothy G. Merello, del sitio web PopMatters, dijo sobre ella: “Susana Baca, más que sólo una cantante, es una poetisa, una historiadora, una espeleóloga y exploradora del folclore y la música afro-peruana”.
La cantante fue calificada por la revista Rolling Stone como una verdadera “diva afro-peruana”. El Latin Grammy que le fue otorgado en 2002 por su álbum Lamento Negro, la distinción de la Orden de las Artes y las Letras por parte del gobierno francés y la Orden al Mérito Nacional lo ratifican.
Pero, según algunos analistas políticos, sus logros artísticos no le alcanzan para un rol digno de una gestora cultural. La condición política de Baca ha estado ligada a la ayuda inmediata que, como ciudadana y artista, le puede ofrecer a la comunidad.
Un día, por ejemplo, la llamaron a decirle que Santa Bárbara de Cañete (uno de los 43 distritos de la Provincia de Lima) no tenía desagüe, por lo que la cantante se dirigió al despacho del entonces ministro de Vivienda, Carlos Bruce. En cuestión de días, esa población ya contaba con un conducto de salida de aguas.
Baca reconoció, sin embargo, que su inexperiencia no era un problema. Pese a su impericia administrativa, anunció que su objetivo era lograr la democratización de la cultura, “quiero que la cultura sea patrimonio de todos los peruanos”, pronunció luego de admitir que los pueblos del interior de su país desconocían sus riquezas .
Para lograr su fin, informó que se comunicará con Gilberto Gil, el cantante de música popular brasileña a quien Luiz Inácio Lula da Silva designó como ministro de Cultura durante su gobierno.
Gil, quien a pesar de un escaso presupuesto logró que las empresas públicas auspiciaran proyectos culturales y creó centros en favelas y reservas indígenas, terminó dimitiendo a su cargo tras cinco años (2003-2008) y todo porque la política “asfixiaba su carrera musical”.
Sin embargo, Baca siente que, al igual que su colega, la política es un servicio civil y como artista, su obligación es ofrecer su mejor repertorio durante su mandato.
Isabella Portilla Elespectador.com
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