
Desde muy niña siempre fue tímida y callada, al punto de que sus hermanos le decían que debería ser monja. Sin embargo, nadie sabía que por dentro llevaba un gran calvario, se sentía sola y, a pesar de su corta edad, pensó en el suicidio.
Las continuas bromas por parte de su padre la afectaron mucho. Él le decía que por el color de su piel, ella no era hija suya. Las palabras de su progenitor no eran un vano chiste, afectaron tanto el corazón de la pequeña Ana que cierto día decidió ingerir un líquido letal para terminar con sus días.
Una tarde, sus padres llegaron del trabajo, e intentaron ingresar en vano a su casa. Las puertas estaban cerradas. Imaginaron lo peor.
Ingresando por las ventanas, encontraron a su hija tendida en cama.
Lo único que Ana Medina recuerda de esos momentos, son las palabras de sus padres echándose la culpa por lo sucedido. Es allí, donde se dio cuenta de que realmente la amaban.
Pasado el terrible incidente, y al ver la tristeza que les causó a sus padres, decidió entregar su vida al servicio de Dios y convertirse en monja.
Por su parte, su papá creyó que esa decisión estaba muy lejos de sus expectativas y le prohibió ingresar al convento.
Sus sueños se veían truncados. Con paso del tiempo, decide por estudiar cosmetología y así poder tener una cadena de salones de belleza para apoyar a las personas necesitadas.
Fue así que llegó a la capital del Perú, hospedándose en la casa de su tía.
Fiel a la religión, Ana no dejaba de asistir a las misas. Pero una amiga suya y vecina le escribió una carta muy confusa. En el texto le declaraba su amor y deseaba que ella le correspondiera.
En ese momento, Ana deseó morir, y renegó contra Dios por lo que le estaba pasando. Solo quería seguir trabajando y olvidarse de todo.
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http://www.mmmperu.org/pe/?p=10535
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