![]() |
Chepeconde es un
apacible paraje costero compuesto por tres playas, y situado en Cerro Azul, en
el kilómetro 120 de la Panamericana Sur.
|
Chepeconde es un apacible paraje costero compuesto por
tres playas, y situado en Cerro Azul, en el kilómetro 120 de la Panamericana
Sur. Cada verano una legión de entusiastas campistas llegaba hasta allí con sus
casas rodantes para disfrutar del sol y del mar tranquilos. Pero esos días de
remanso son ahora un imposible. La fiebre inmobiliaria ha desterrado ese clima
bucólico y natural que tanto disfrutaban los campistas. Hoy ellos se enfrentan
legalmente a una empresa privada que ha bloqueado los caminos de acceso y aleja
a todo aquel que intenta ingresar a una de las últimas playas públicas de la
zona.
Por JUANA AVELLANENDA
Fotos ROCÍO ORELLANA/
Sergio Bambarén, presidente de la asociación Delphis,
encargada de la investigación, defensa y vigilancia de los ecosistemas
marítimos costeros del Perú, ingresa en su camioneta 4x4 al club Mar Adentro,
ubicado en el km 120 de la Panamericana Sur, en Cañete. En la puerta, un
vigilante lo deja pasar. Su nombre figura en una lista de invitados. Esta es la
única forma que tiene para ingresar a las playas Chepeconde dos y tres, donde
solía estudiar el comportamiento de los delfines. Desde que la empresa
constructora Pajaritos S.A.
Cerró el camino de servidumbre (acceso peatonal), nadie,
salvo los socios de este club privado, puede ingresar a la playa. A lo lejos
vemos cómo un par de trabajadores encargados del mantenimiento de los inmuebles
nos observan sigilosamente. Se han dado cuenta de que somos periodistas. No se
van a acercar a decirnos lo que, según hemos indagado, le dicen a quien asoma
por allí: “Señor, retírese. Esto es propiedad privada”. Caminamos algunos
minutos hasta llegar a lo que era el ingreso de Chepeconde dos.
![]() |
DESALOJO. Esta
fotografía fue tomada por Nelson Gómez,
uno de los campistas afectados por el
desalojo ocurrido
el 6 de junio pasado.
|
En la “entrada”, que ahora es un montículo de rocas y
cadenas con candados, está parado Bambarén. Lo acompaña Ecaterina Leonte,
fotógrafa que registra con su lente lo que quedó de sus campers. Sobre la arena
encontramos un cartel que dice: “Propiedad privada. Los Pajaritos S.A. Terreno
141.773,40 metros cuadrados. Partida registral 21120708, Cañete”. Un policía
contratado por la empresa se acerca para pedirnos que nos retiremos.
Decidimos ingresar a Chepeconde dos por detrás de los
cercos, ya que según la ley no estamos invadiendo ninguna propiedad. Un grupo
de policías empieza a comunicarse por radio. Bambarén y Ecaterina ya no saben
qué palabras utilizar para que los policías entiendan que la empresa Pajaritos
S.A. podrá ser propietaria de una franja de tierra, pero no del mar.
Nos movemos entonces hacia Chepeconde tres. Una malla
verde divide la propiedad de Pajaritos S.A. de la playa pública, donde estaban
ubicados los módulos con el logo Delphis. “Esto es lo que quedó después de que
el 6 de junio la empresa de los hermanos Artoni Risso hiciera un desalojo sin
notificarnos”, reniega Bambarén al ver mesas, sillas y los restos de los
campers regados sobre la arena.
Luis Bickel Vargas, abogado de los campistas, afirma que
de los doce módulos instalados en la playa, cinco fueron destruidos y siete
“desaparecieron”. Bambarén calcula que en equipos de investigación han perdido
40 mil dólares.
“¡Nos han robado! Se han llevado cámaras fotográficas, mi
kayak, hasta la madera para venderla quién sabe dónde”, denuncia indignado
Nelson Gómez, quien encontró a un grupo de policías jugando naipes en su mesa.
Lo que menos le importa, asegura, es recuperar sus pertenencias. Solo quiere
que esta playa no sea privatizada.
“Hace ocho meses nos enteramos de que el club Tennis Las
Terrazas estaba interesado en comprar Chepeconde dos y tres. Conversamos con el
presidente primero y nos dijo que iba a respetar la ley. Pero ¿qué club
invierte millones de dólares en un terreno, sin contar la infraestructura, para
que fulano y mengano puedan utilizar la playa? Yo mismo tenía una casa de playa
y me salí corriendo. ¡Es una cosa de élite!”, explica Bambarén. Se une a su
protesta Luis Muro, otro amante de la naturaleza. “Si llegan a construir van a
destruir un ecosistema único en el Perú. En Chepeconde hay más biodiversidad
que en Paracas y es la única playa para hacer camping. Aquí puedes nadar con
los delfines, algo por lo que tienes que pagar 100 dólares en Sea World”,
cuenta.
“¡Qué horror por Dios!”, grita Bambarén al reconocer las
maderas de su módulo de investigación. “¿Con qué derecho estos infelices
hicieron esto?”, agrega. “¿Puedo llevármela a mi casa?”, le pregunta a uno de
los guardianes. “No, señor, todo esto es propiedad privada”, le responde
temeroso. Indignado, coge un bloque de cemento y empieza a destrozar su mesa
para que nadie pueda usarla. Luego hace lo mismo con una silla y un water.
¿Tienes miedo a que después de esto termines denunciado?, le pregunto. “Sería
el colmo; si ellos me han robado a mí”, responde enojado.
![]() |
POLICÍA. Así luce
lo que antes era el ingreso a Chepeconde dos.
“Podemos atenderla detrás de la
cerca. Eso es propiedad privada”,
advirtió este policía que se negó a
identificarse.
|
La versión de Pajaritos
Conversamos con Carlos Hurtado, representante legal de
Pajaritos S.A., quien precisa que la empresa es dueña de dos propiedades que
están frente al mar. Además, explica, aún no se ha consumado la venta del
terreno al club Tennis Las Terrazas, quienes estarían interesados en construir.
“Estamos en conversaciones. Cuando se concrete vamos a declararla ante la
dirección de rentas y los compradores registrarán también la compra. Serán los
compradores los que presenten y sustenten su proyecto para saber si es viable o
no construir en Chepeconde”, manifiesta.
Hurtado dice que lo ocurrido el 6 de junio en Chepeconde
fue el cumplimiento de una orden judicial de desalojo. “Tenemos una inspección
policial con participación de la Fiscalía donde se ha dejado constancia de que
estos señores tenían hasta pozos sépticos dentro de la propiedad de mis
patrocinados. Es ilegal que los campers se instalen permanentemente allí,
incluso después de la temporada de verano. Ningún ciudadano tiene derecho a
invadir las playas como hicieron ellos”, afirma Hurtado. Cierto es que a nadie
le asiste el derecho a instalarse definitivamente en una playa pública. Pero
también es cierto que ninguna empresa privada puede bloquear un camino de
acceso público para que solo un puñado pueda disfrutar de un mar que pertenece
a todos.
Comentarios