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Vecinos esperan a los camiones cisterna en la calle principal de
Rosario.
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Los anexos de Rosario y Palma Alta en el distrito de Asia, a cinco
minutos del famoso balneario del mismo nombre, enfrentan el verano con solo
hora y media de agua potable al día.
Texto: Emilio Camacho.
Fotografía: Carlos Lora.
El panorama en los anexos de Rosario y Palma Alta, en el distrito de
Asia, es similar al de una guerra. Ambos lugares parecen ciudades ocupadas. No
por tanques de una fuerza enemiga sino por camiones cisterna cargados de agua,
decenas de ellos, que van y vienen sin cesar, como si fueran una patrulla de la
escasez.
Este escenario también es una paradoja. Mientras en el famoso Boulevard
de Asia –que está a solo cinco minutos– los veraneantes pueden disfrutar de
piscinas con olas artificiales, en Rosario y Palma los vecinos pagan entre 10 y
20 soles por un tanque de 200 litros de agua a los choferes de los camiones
cisterna.
¿Y el agua potable? Llega pero no alcanza. En Rosario, solo tienen una
hora y media de agua al día.
Y durante los 90 minutos que esta sale de los grifos –generalmente
después del mediodía– las familias del pueblo echan mano a cuanto recipiente
encuentran para recolectarla. Cada casa está bien abastecida de tinas, baldes y
galones que niños y adultos usan para recoger agua.
Todos participan de esta coreografía en la que se mezclan plásticos de
todos los colores y chorros de agua, pero no siempre logran llenar estos
envases.
LA SED DE FIN DE AÑO
El 31 de diciembre, poco antes de que empezara el 2013, los rosarinos
descubrieron que no solo no tenían agua sino que ni siquiera podían comprarla.
Los camiones cisterna seguían pasando por sus calles, con sus tanques de 17
metros cúbicos de agua a cuestas, pero no se detenían en sus puertas.
Lo que hacían era llevar su carga a los condominios que están ubicados
en la zona de Sarapampa, a pocos minutos al sur del pueblo. Manuel Boluarte,
periodista y vecino de Rosario, cuenta que los choferes le respondieron que el
agua "ya estaba separada" y que no podían dejarle nada, ni un galón.
Ante la posibilidad de que el año nuevo lo sorprendiera sin una gota de
agua en casa, Boluarte acudió con su camioneta a uno de los seis pozos privados
que hay en el pueblo y logró que le vendieran un metro cúbico de agua que le
duró menos de un día. Tuvo suerte. Otros simplemente no pudieron adquirir nada
de agua y tuvieron que arreglárselas con sus escasas reservas del día anterior.
Es una regla con la que hay que vivir en Rosario de Asia: a veces hace
falta más que dinero para comprar agua.
La familia de Julio Chumpitaz, ex gobernador de Rosario durante el
segundo gobierno aprista, también afronta a su manera la escasez.
Tienen una chacra a 5 kilómetros de Rosario en la que los duraznos se
aprestan a madurar. Y en los riachuelos cercanos a su propiedad los Chumpitaz
lavan toda su ropa y sus trastos.
Pero para cocinar usan agua mineral sin gas. En su cocina se lucen las
botellas vacías de San Luis, San Mateo y Cielo. No discriminan a ninguna marca,
y por el contrario parece que le han descubierto el gusto a estar rodeados de
envases con nombres celestiales.
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Los camiones cisterna también abastecen a algunos condominios cercanos
a Rosario. Los que están más cerca al Boulevard de Asia no necesitan este
servicio porque tienen pozos propios.
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NEGOCIO FLORECIENTE
En medio de este sofocante panorama, hay quienes han descubierto nuevas
formas de ganarse la vida. Para ellos, la falta de agua representa una
oportunidad.
Hugo Agurto es uno de ellos. Es propietario del pozo de agua más nuevo
del pueblo y cada día abastece a decenas de camiones cisterna.
Con 56 años, Agurto trabajaba en construcción y como muchos aprovechó
el boom inmobiliario en las playas del sur para conseguir empleo. Pero ahora ha
dejado atrás las jornadas duras bajo el sol y se relaja administrando su
negocio mientras escucha a los Embajadores Criollos en su vieja radio Akita.
Construir el pozo no representó una gran inversión. Agurto cuenta que
ya tenía el terreno y que también había hecho la perforación. Lo que le faltaba
eran los pequeños motores con los que se bombea el agua para sacarla de su pozo
de 12 metros de profundidad. Para completar esta tarea necesita 5 motores, cada
uno le costó 1.000 soles. Otra inversión que tuvo que hacer es reforzar la boca
de su pozo con material noble y hacer una conexión aérea que abastezca
directamente a la parte alta de los cisterna.
El chofer Jorge Lázaro también ha encontrado en el problema que tienen
los anexos de Asia una oportunidad de hacer negocios. Con su padre, ha formado
una empresa de camiones cisterna que opera en Rosario y Palma Alta y también
abastece a algunos condominios.
Actualmente tiene cuatro camiones y un tráiler. Domingo lo acompañó
cuando dejaba agua en el condominio La Joya, en la entrada de Rosario, un lugar
que está en plena construcción.
Lázaro afirma que también abastece a otros clubes como Asia Sol, Asia
Bonita y Asia Azul en Sarapampa. La escasez golpea a todos y para Lázaro todos
son potenciales clientes. Desde los huéspedes de los condominios y clubes
privados hasta los vecinos que lo esperan balde en mano en la carretera.
Claro que no todos recurren a este chofer. En los condominios más
cercanos al famoso Boulevard de Asia, al norte de Rosario, no es necesaria la
presencia de camiones cisterna. Los propietarios tienen una red privada de agua
que se abastece con pozos propios. Lo mismo pasa con el Boulevard. En este
lugar no se necesita a choferes como Jorge Lázaro y tampoco a Emapa, la empresa
administradora de agua potable en Cañete.
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Pozo privado que abastece a los camiones cisterna que operan en Rosario
y Palma Alta.
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LA GUERRA DEL AGUA
Con todas las quejas que llegan a su despacho ubicado en el anexo de
Capilla, el alcalde distrital de Asia, José Arias, ha propuesto que la
administración del servicio de agua potable pase directamente al municipio.
"La empresa no solo no cumple con llevar agua a Rosario y Palma;
en Capilla se repite el mismo problema", dice Arias.
Por eso, mañana lunes, en un encuentro de todos los alcaldes
distritales de Cañete, en Mala, Arias impulsará su idea, que tiene más de
discurso político que de propuesta técnica.
Igual, su actitud no favorece en nada a Emapa. La empresa detectó entre
julio y agosto del año pasado que el pozo de agua con el que abastecía a los
distritos de Cañete era insuficiente y que su sistema de bombeo se había
quedado obsoleto.
Ahora necesitan financiamiento para perforar e implementar un pozo que
tenga como mínimo unos 30 metros cúbicos de capacidad (actualmente trabajan con
uno de 8 metros cúbicos). El problema es que esos fondos deberían venir de la
autoridad política del distrito, es decir, del alcalde Arias, el mismo que les
ha declarado la guerra.
Vanessa Contreras, gerenta de imagen y vocera de la empresa, afirma que
la Ley de Saneamiento está de su lado. Pero este debate recién comienza y los
sedientos vecinos están en medio del conflicto. Es más, podría decirse que en
este lío a todos les lloverán las críticas pero nadie terminará mojado.
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