¿FUNCIÓN PÚBLICA O FUNCIÓN POLÍTICA?: El dilema de la “fragilidad municipal” y la “oportunidad regional”
La designación de un nuevo regidor en el aparato regional; la agenda de
los panetones vencidos en sesión de concejo; las necesarias licencias de otros
concejales; y la doble percepción de ingresos del tesoro público, son asuntos
que han merituado el análisis, el debate, y la indignación en diversos
sectores.
Aunque detrás de todo ello, existe una estrategia aplicada que merece
ser precisada: ¿Puede existir una suerte de equilibrio entre la función pública
y la función política?
El antecedente inmediato recae en la decisión de un grupo de regidores
provinciales de aceptar cargos públicos regionales, que ha conllevado a la
erosión del entorno político de la alcaldesa María Montoya.
De ello se puede inferir, que la elección de sus cuadros no ha sido
ventajosa para sus fines, y ella es quien debe asumir ese costo político,
aunque más de uno prefiera responsabilizar de ello a la autoridad regional; sin
embargo, ninguno obliga a alguien a aceptar cargos.
Justamente, esa fragilidad municipal se manifiesta en forma reciente,
cuándo en sesión de concejo se debate un miserable donativo de PERU LNG, como
si Cañete no tuviera problemas claros de resolver, y cuyas soluciones formen la
agenda del gobierno edil. Además que el concejo provincial, pierde a su “único”
fiscalizador, quien decidió enrumbarse en la UGEL 08.
Más allá del éxito en la labor, que esperamos de las autoridades y de
los funcionarios, cuándo una autoridad decide hacer función pública se genera
un serio riesgo en la representación de los ciudadanos: ¿Elegimos
fiscalizadores y legisladores municipales, o funcionarios públicos en potencia?
El electorado eligió lo primero.
Y es una seria preocupación que cada día aparezcan servidores con una
doble condición, esto es, funcionario público y político a la vez, dado que la
historia nos ha demostrado que quienes “gozan” de ese carácter dual terminan
siendo ineficaces en sus labores, sin dejar de mencionar que en política existe
un famoso refrán “EL QUE MUCHO ABARCA POCO APRIETA”.
De ahí que la oportunidad regional no sea tan atractiva como se
aparenta; en suma, Javier Alvarado ha terminado que examinar seriamente ello,
porque sería un despropósito que sus programas sociales, y las funciones
públicas se vean mermadas, por el tugurizado trabajo que enrostrarán los
regidores a quienes ha llamado.
No se necesita ir muy lejos para señalar que muchos de los “encargos”
regionales a los regidores en ejercicio han tenido salidas apresuradas para el
cumplimiento de los objetivos, y en otro caso, no han podido hacer mucho porque
no se cuenta con el apoyo logístico requerido.
En buen romance, el tema es serio para la “cosa pública” que interesa
no sólo a las autoridades, sino a todos los ciudadanos.
No basta con tomar decisiones para atender asuntos netamente políticos,
o funcionales, y en la elección de los “cuadros”, tanto María Montoya como
Javier Alvarado deben conducirse con sumo cuidado.
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