Por Vladimir Alexander Rojas Hinostroza
Desde hace años, el Concejo Provincial no ponía en agenda, alguna
propuesta o debate que incluya la palabra “cultura” en Cañete; pero que
tristeza que sus actuales integrantes crean que lo más importante en dicho tema
consista en definir al “administrador” del edificio denominado Casa de la
Cultura; y para dicho propósito argumentan que el gobierno regional no puede
disponer obras para sí mismas, sino que tiene que entregarlas, y la presente
gestión edil se considerada la indicada para recibirlas.
Tal justificación no tiene base, dado que la municipalidad cañetana –
como muchas a nivel nacional – dispone de una biblioteca, un camal, un coliseo,
una galería comercial, entre otros edificios, sin que alguien pretenda o exija
que sean entregados en “administración” a terceras personas o entidades. Además
de ello, debe agregarse, que el municipio ha demostrado ser, en los últimos
años, un mediocre gestor en los servicios que ofrecen los citados locales.
Ahora bien, ¿de dónde saca fuerzas la municipalidad para creer, con los
antecedentes señalados, que puede ser el “ente” capaz en administrar la casa de
la cultura? Valgan verdades, justificación cultural no existe, y creo que en la
última sesión de consejo, los regidores han demostrado que no tienen
planteamiento serio para ello, por lo que no me equivocaría en señalar que el
fin es netamente político, y en ese escenario, María Montoya está recibiendo
una indebida recomendación.
De la misma forma, el gobierno regional de Javier Alvarado ha
demostrado, que sin política cultural en ejecución, la llamada de la “Casa de
la Cultura” sólo es un recinto para asuntos sociales, actividades por
aniversario de colegios, o sala de graduaciones para algunas universidades,
afectando el negocio de los empresarios de locales donde deberían realizarse la
mayoría de dichas “reuniones de organizaciones privadas”.
Si en la municipalidad provincial de “cultura” quieren hablar, que
primero se encarguen de revalorar la biblioteca municipal, que desde años es el
centro de operaciones de la administración edil, lo que ha desvirtuado la razón
de ser de la que debe llamarse la “primera casa cultural” de Cañete, dado que
es usual observar como el arte, literatura, y círculos de debate que se profesa
en nuestro valle, se presentan de manera ambulatoria e informal en calles y
plazas. Deberíamos asimilar lo que se hace en la Biblioteca Nacional.
Cuántos años perdidos han transcurrido sin que de manera oficial y formal
se fomente la identidad cañetana en dicho recinto. Y es que un pueblo que
olvida su historia está condenado a repetirla, y como replicará el maestro
Llerena Marotti: “El que no conoce su historia, toda su vida será en un niño”,
y en Cañete necesitamos ciudadanos comprometidos con su quehacer político,
social y cultural.
Humildemente sostendría que ni el gobierno regional, ni la
municipalidad provincial administren la Casa de la Cultura, y que sea
cualquiera de dichas entidades quienes promuevan o creen el “Instituto Cultural
de Cañete”, un órgano técnico, con organización, funcionarios, y gente pensante
(que mucha hay en Cañete), que sea su administradora, y a través de ella, se
diseñe la política y estrategia cultural que requiere nuestro valle bendito.
Ojalá se animen.
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