(31/03/2013) Fuimos testigos de la vendimia y la destilación de dos de
nuestros mejores piscos: Don Amadeo (Cañete) e Inquebrantable (Ica). Sin duda,
vimos nacer la vida.
La iniciativa ‘El pisco en boca de todos’ organiza
‘piscotours’ a bares y bodegas pisqueras como Don Amadeo y Don Benedicto.
Hay que ver cómo nace el pisco para quererlo más. Hay que
ser testigos de cómo sus hacedores dejan sueño y familia en busca de la
perfección. Hay que sorprenderse con el trabajo de alquimista que se necesita
para transformar la sangre de Cristo en plata líquida. Hay que ver cómo nace el
pisco para beberlo y respetarlo cada día más.
Y nosotros lo queremos más porque acabamos de vivir las
vendimias y destilaciones de dos piscazos: Don Amadeo (Quilmaná, Cañete) e
Inquebrantable (Ica).
Los producen dos personas disímiles en casi todo, menos
en su pasión por el pisco: Alberto Di Laura y José ‘Pepe’ Moquillaza. Hay que
ver el cariño y la delicadeza con que trabajan para comprender la excelencia de
sus productos.
‘Pepe’ no tiene hacienda, pero le compra las uvas a don
José Ochoa, quien posee un viñedo de 60 años que da una quebranta tan dulce y
franca que asegura un pisco notable.
Alberto se ha convertido en un ermitaño del pisco. Por su
amor a la tierra y a esta joya que se bebe, ha dejado familia y, solitario pero
feliz, se dedica a elaborar el pisco más aromático y delicado. Hay que verlo en
su alambique catando el pisco recién destilado: tanto cariño solo existe en una
madre hacia sus hijos.
Y, sin duda, eso representan Don Amadeo e Inquebrantable
para Alberto y ‘Pepe’, dos hijos que, como nacieron y fueron formados con
cariño y pasión, de maduros serán perfectos. Porque esta es la única diferencia
entre el pisco y la vida: el primero puede ser perfecto; la segunda, ni con
pisco.
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