ESCRIBRE: Luis Pérez Manrique
@Lperezmanrique
Estudiante de III Ciclo de
Ciencias de la Comunicación
Universidad Nacional “San Luis
Gonzaga” de Ica
Entre cañaverales y
algodonales, apareció a orillas de una vieja laguna. Se la llevaron al norte,
al sur, al este y al oeste del pueblo, pero caprichosa y rebelde, regresó para
quedarse por siempre en el territorio que ahora le pertenece. Aseguran que la actual
plaza de armas se ubica sobre esa laguna, y que el templo, es el lugar donde la
Señora del Carmen escogió para que sus devotos hagan una interminable hilera y
puedan llegar a sus pies para rendirle honores, rezarle y pedirle algún
milagrito; porque ella es así, le gusta esperar, observar y escuchar a todos.
Escucha a Luisa Rebatta, quien
con el murmullo de su acongojada voz, le confiesa algún problema mientras las
lágrimas se deslizan por los marcados surcos de su capulí rostro. Se
tranquiliza. Camina usando el hábito característico de la Cofradía –más el
Santo Escapulario–, y llega hasta donde una mujer que ofrece apetecibles
ponches, anticuchos y picarones para saciar el deseo de impacientes paladares.
Pues, El Carmen (Chincha, Ica), cada 16 de julio se inunda de comerciantes
–como en festividades de otras zonas–, pero la fe y tradición a la ‘Mamá
Carmencita’ es lo que se respira por sus antiguas calles, y eso, es lo
importante.
Observa –piadosa y sonriente–
como los hijos, nietos y sobrinos del recordado Don Amador Ballumbrosio entran
en júbilo al momento de bailarle y cantarle cuando el estallido telúrico del
cajón y el bongó, cautiva y enamora.Y sí, eso es lo curioso y mágico del ritual
católico celebrado en tres turnos durante el día: 9 am, 12 pm y 6 pm. La
finalización de la última misa afro, marca el inicio de la procesión y el
jolgorio de la población que espera seguir colmada por el infinito amor y
protección maternal de su patrona.
Espera que el juguetón Dayron
Farfán –con estampita en mano– se tranquilice y pueda obedecer a su hermana
mayor. Él se para sobre un banco, la observa y entristecido pregunta ¿Por qué
mamá no vino con nosotros?, Vegonia lo abraza, y al oído le responde: “Mamá
está trabajando. Cuando termine vendrá, pero no te preocupes que la Virgencita
del Carmen la cuida mucho”. Dayron entiende y emocionado acaricia la estampita.
Al fin el tierno angelito obedece y sonríe.
¿Cuántas historias esperará?
¿Cuántas historias observará? ¿Cuántas historias escuchará?
Esperará, observará y
escuchará a su peoncita u obrera contarle cuanto ha podido recaudar al recorrer
los caseríos aledaños desde octubre a diciembre. Esperará, observará y
escuchará como los vendedores ofrecen –una y mil veces– cirios, estampitas,
escapularios y crucifijos. Esperará, observará y escuchará a sus fieles decir
que volverán a relatarle más historias en la próxima visita, y que la
tradición, seguirá siendo eterna.
Durante la procesión la Virgen
escuchará –una tras otra– la explosión de bombardas, observará la quema de
castillos (obsequiados por sus devotos) en cada esquina de la plaza, y esperará
la llegada del nuevo día para retornar a su templo bailando festejos, huaynos y
marineras, despidiéndose así de sus hijos carmelitanos hasta el 27 de
diciembre, fecha en que volverá a festejar.
Alegre y satisfecha es como
debe esperar diciembre para observar y escuchar el zapateo del Atajo de
Negritos (hombres) y Pallitas (mujeres), cuando estos personajes adoren a su
hijo recién nacido.
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