Columna de opinión.
No soy quien se presente como
víctima o perseguido. Sé que en mi vida pública, especialmente en su primera
etapa, he cometido errores, por exceso ideológico unos, por vanidad,
incapacidad o inexperiencia otros. Y sé que soy y seré controvertido y criticado,
pero no les echo la culpa de mis errores a los adversarios. Me critico yo mismo
conforme más años pasan. Y estudio y pienso en la vida de otros gobernantes,
Piérola por ejemplo, cuyas horas de error supo compensar con un gobierno
fecundo. Aprendo de ellos. Sé que para un político, como diría el poeta, todo
lo vivido cual charco de culpa en la mirada, ayuda a servir mejor al país.
Pero al lado de los que
disienten y critican con justicia, existen los rivales que para abrirse un
espacio, cometen excesos y calumnia. Hace muchos años compartía las aulas
universitarias con personas a las que consideraba inteligentes y con futuro.
Ellos desde el comunismo proponían un país colectivista y estatal. Yo era
aprista y creía en la democracia libertaria y en la necesidad de aprovechar los
avances de la tecnología, del capital y los mercados para un proyecto de
justicia social. Pero por las circunstancias, el mensaje o la constancia me
tocó llegar primero a cargos de responsabilidad y allí comenzó un
enfrentamiento que fue más allá de la crítica y la competencia. Resulté ser
culpable de su "postergación" o de sus lugares secundarios. Y en vez
de rectificar su discurso y convencer a la mayoría con inteligencia, optaron
con la lógica del terrorista por eliminar al obstáculo de cualquier manera.
Todo gobierno tiene cosas
positivas y errores, especialmente si se hereda una deuda gigantesca y un
terrorismo desatado y no se está preparado, como nadie lo estaba, para hacerles
frente. Soluciones a posteriori muchos las aportan, pero antes ninguno. Y sin
embargo, a pesar de la inflación por la deuda o de la inseguridad por el
terrorismo, al final el Apra con una votación importante no parecía consumido
por su primera experiencia de poder. Entonces debían eliminar el obstáculo de otra
manera: enlodándolo. Por eso, proyectaron en mí sus propios apetitos y resulté
"dueño de una casa de 10,000 metros al lado de la de Julio Iglesias, de 40
millones de dólares de entonces (1991) en bancos como el Santander"; un
portero de estadio de Miami resultó el gran "investigador" que
orientó tiempo y millones del Perú con pseudodatos que le habían enviado desde
aquí. Y un proyecto fascista y montesinesco, para el que también resulté
obstáculo, terminó imponiéndose. Afronté todo ante fiscales, la calumnia se
cayó, me absolvió la Corte Suprema, pero tras el golpe nombraron otra y
asaltaron mi casa para eliminarme.
Total, los viejos adversarios
universitarios contribuyeron a crear un proyecto que los excluyó a ellos
mismos. Peor aún, me vieron Presidente otra vez. Pero con más experiencia y
vida, el país creció más que antes, nadie puede negar que la pobreza retrocedió
muchísimo y que avanzó el empleo o que la clase media se duplicó. Y allí, en la
geografía y en la web (www.alangarciaperu.com.pe) están las 150,000 obras
hechas en los cinco años. Entonces los adversarios de siempre y el gobierno
debían destruirlas comenzando por las más visibles: el Estadio, los Colegios
Emblemáticos, el Agua para Todos, los pueblos electrificados. Pero eso es como
tapar el sol con un dedo, porque los jóvenes estudian, la gente va al estadio,
se moviliza en el tren, o se alumbra en un millón de hogares más. Por ello
buscan ahora, como siempre, comprometerme en cualquier acto de inmoralidad
cometido en otro nivel. Ya no tengo 40 millones, ahora cobré por reducir las
penas o por las obras de agua, etc. Otra vez proyectan su inmundicia en mi
alma. Me indagaron por dos años, asistí a las citaciones, entregué las pruebas
de mi trabajo intelectual, pero también debo hacer respetar mis derechos ante
acciones por encargo y de claro sicariato político.
¿No han aprendido que así
vuelven a favorecer un nuevo proyecto continuista y fascistoide para el que soy
obstáculo? Después serán excluidos y fracasarán, porque viven la microhistoria.
A Piérola lo acusaron de inmoral, de traidor a la patria, etc. y ahora se
celebra el centenario de su muerte. ¿Alguien se acuerda de sus acusadores? Hay
que vivir y actuar en la historia de largo plazo. Y tener fe en su fallo
centenario.
Comentarios