ENTRE PISCO Y CATAPALLA:
ECOTURISMO EN EL VALLE DEL RÍO CAÑETE.
Dentro de un valle generoso en
comida, naturaleza y pisco, Catapalla guarda varias de las iniciativas más
interesantes que nos ofrece uno de los principales destinos de Lima.
Por Iñigo Maneiro Labayen.
Catapalla se encuentra a cinco
kilómetros de Lunahuaná. Es el único pueblo de este destino, al que se llega
después de cruzar el río Cañete, por alguno de los dos puentes que hay. Uno de
ellos es colgante y en él se ve a los niños saltar para sentir los vaivenes y
oscilaciones que provocan en la estructura. Junto a él hay dos docenas de
caballos medio esqueléticos y con cara de aburridos que la gente del lugar
ofrece para dar paseos por los campos de alrededor. Desde ese puente también se
observa un huarique junto a una pequeña playa de arena, cuyos camarones no
tienen pierde.
La plaza de Catapalla es tan
pequeña que uno no se da cuenta que está en ella. En una de sus esquinas
destaca una casa hacienda cuyos caminos están formados por pepitas de uva,
botijas y pipas centenarias.
En este lugar, Godofredo
González lleva 20 años hablando del pisco y sus uvas, dando de probar, y
girando frenéticamente las botellas para mostrar el cordón y la rosa que se
crean en el licor; a más perfección en su forma, más puro es el aguardiente.
PICADURAS Y MACERADOS
Juanita González es
apicultora. Sus colmenas están en el centro apícola Mis Girasoles junto a la
iglesia en restauración de la plaza minúscula de Catapalla.
En las paredes de algunas de
esas colmenas hay vidrios a través de los cuales se observa el trabajo que
hacen las abejas, formando, cuidando, limpiando y tapando los hexágonos
perfectos donde conservan la miel. Esa forma, el hexágono, es la más eficiente
de la naturaleza para aprovechar mejor el espacio. También, en este sitio, hace
años y con dos picaduras, me curé una tendinitis.
Por estos lugares vive Juan
Pablo Zelozzi, que cambió su puesto de márketing en una cadena hotelera por
ocho mil metros cuadrados bajo el sol, un sitio que tiene la mejor vista del
valle de Cañete, su río y la cordillera de Nor Yauyos que se encuentra
coronando el horizonte. En este terreno, Juan Pablo ha restaurado una casona de
adobe, como lo está haciendo con la iglesia de Catapalla, rodeada de viñedos,
hamacas, jardines y unos búngalos de madera que parecen refugios de montaña
alpinos.
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