Escribe Ivan Reyna Ramos.
Se le conoce
como la pitahaya. Su nombre científico es Stenocereus thurberi. Es una cactácea
que se las encuentra en los cerros y lomas. Vive de la brisa, de las lluvias,
de la garúa de madrugada. Carecen de hojas. De sus ocasionales depredadores se
protege con filudas espinas y púas.
Su fruto que
tiene la forma de una tuna, es comestible y de sabor agridulce, delicioso
cuando se trata del desierto.
Es la fuente
básica que socorre como alimento de los animales hambrientos y sedientos.
Durante algunas semanas de gloria y alegría, todo vuelve a ser austero,
silencioso y de melancólica soledad. Sin embargo, en Calango, el instituto de
investigación Huayuná ha modificado genéticamente la especie. El cultivo se
realiza en varias hectáreas de cerros.
Si la
pitahaya silvestre es roja y agridulce, la mejorada es anaranjada, jugosa y
dulce. Los novedosos frutos se venden en los supermercados de Lima al precio de
20 soles el kilo. Una brillante alternativa económica, social y ambiental.
Una buena
forma de sacarle provecho sosteniblemente al desierto.
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