En diciembre del año pasado, Fernando
Raymondi Uribe hubiese concluido sus estudios en la San Martín de Porres. La
investigación prosigue con nuevo plazo.
En Barranquilla me quedo
en tierra firme me quedo”.
El joven universitario Fernando
Raymondi Uribe (21) siempre cantaba o silbaba esta pegajosa salsa de Joe
Arroyo. Sobre todo cuando caminaba solo.
¿Premonición? ¿Quién sabe, señor?
El 14 de noviembre del 2014, Raymondi
Uribe fue a Cañete a visitar a su padre. Y en Cañete se quedó. En tierra firme
se quedó.
Está sepultado en el viejo cementerio
de Cañete. Fue asesinado de un certero balazo en el pecho por dos hombres
jóvenes con gorra, que lo sorprendieron en la puerta de la bodega familiar: 395
de la avenida 28 de Julio.
Fernando Raymondi tenía 21 años. Era
estudiante del último ciclo de periodismo en la Universidad San Martín de
Porres. Hacía sus prácticas, con diligencia y éxito prematuro, en CARETAS.
La Dirincri-Cañete inició la
investigación del crimen. El 17 de marzo pasado, la doctora Liliana Corrales
Osorio, fiscal titular de la segunda fiscalía provincial penal corporativa de
Cañete, solicitó a la Policía el documento (página 7) en que la PNP
“individualiza e identifica” a quienes habrían asesinado al periodista.
El comandante PNP, Luis Fernández
Paredes, de la División policial de Cañete, le envió todos los documentos
(incluido el folio 7) donde se identifica a los presuntos asesinos, conocidos
como “Chaupín” y “Jhonsito”. Extraña petición hecha telefónicamente, desde el
celular 989 070 423 que, efectivamente, es el número con el que CARETAS se
comunicaba con la fiscal. El documento policial lo recibió su asistente Luz
Mery Marcos Bautista. Pero la fiscal ya preparaba su viaje a Huancavelica.
Entonces, el silencio e inacción volvieron a instalarse en la fiscalía de
Cañete.
Un vocero policial informó a CARETAS
que Chaupín es Franklin Moisés Chaupín de la Cruz y “Jhonsito” es Jhonatan
Héctor Peña Molleda. En una hoja de papel, de puño y letra, escribió los apodos
y la identificación de los presuntos asesinos.
En la puerta de la Fiscalía un
empleado dijo a CARETAS que el caso del periodista asesinado es muy difícil
porque hay mucha gente de Lima que llama a la fiscalía para hablar con
diferentes personajes. Y se fue apurado.
Ahora hay un nuevo fiscal: el doctor
Héctor Campos, quien se negó a hablar con CARETAS pero dijo por medio de su
asistente que el plazo para la investigación ya se cumplió a fines de marzo. De
manera que hay que soilicitar al Fiscal Superior autorización para prolongar el
periodo de investigación. El Fiscal Superior de Cañete, doctor Domingo Mavila
Salón, dijo que ese trámite no es necesario. Si el fiscal encargado sustenta
por qué necesita más plazo, lo amplía y punto.
El asesinato de Fernando Raymondi
confirma que en el día a día de Cañete y los distritos aledaños, son más
frecuentes los homicidios por encargo, o sea por sicarios. Personas a quienes
se les paga para matar a un prójimo que no cumplió promesas que hizo cuando
aceptó términos y plazos de algun tipo de extorsión, delito que aumenta en todo
el sur chico.
El entonces ministro del Interior
Daniel Urresti, estuvo el lunes 17 de noviembre, 3 días después del asesinato
de Fernando Raymondi. Urresti encabezó operativos especiales en los que hubo
pesca abundante: desde bagres hasta tiburones. Pero de los asesinos del
periodista nada se supo. Hay que recordar que la fiscal Liliana Corrales
sostenía que fue un robo con asesinato. Pero resulta que antes de matar a
Fernando, los asesinos sacaron de la escena al amigo de Raymondi, Diego Ormeño,
con quien había llegado a su casa después de pasear juntos. Luego de matar a
Fernando Raymondi, los dos asesinos probablemente huyeron en la mototaxi que
llegaron pues volvió a escucharse el chirrrido de sus llantas.
Según cuentan los vecinos. Fernando
Raymondi, periodista en ciernes, tenía cualidades innatas para ser reportero de
investigación. Por eso una de las teorías que continúa circulando es que “había
metido las narices” en sitios que “nadie conoce” e investigaba hechos de los
cuales “nadie sabe nada”.
Otros vecinos que recuerdan el crimen
hablan de una conspiración criminal de extorsionadores y sicarios que se
enteraron que el periodista preguntaba mucho, sobre todo, “a la gente brava”. Y
dicen, también, que debe saber mucho un amigo contemporáneo de Fernando, cuyo
padre además de ser policía está muy comprometido con los sectores sindicales
de construcción civil en pugna en el sur chico.
En verdad Cañete está lleno de
enredados cuentos y versiones sobre este terrible crimen contra un muchacho
modelo. El año pasado, en diciembre, se hubiese graduado. Y sus padres no
estuviesen tan afectados como están ahora.
A Norma Uribe Hilario no le disminuye
la pena inicial, Habla de Fer y sus recuerdos se empapan con sus lágrimas. Le
han detectado una afección cardíaca que se le ha hecho latente después de la
brutal experiencia de enterrar a su hijo. Y don Hilario Raymondi, no sabe dónde
tiene la cabeza porque después de la muerte de su único hijo, su cáncer al
colon hizo crisis y tuvo que ser operado. Entonces, le encontraron otros
quistes en los pulmones, hígado y estómago. Ahora que ya se recupera está
decidido y con muchas ganas de luchar para que se haga justicia a la muerte de
su hijo.
Por ejemplo don Hilario cada vez que
sube a un mototaxi no deja de mencionar la muerte del joven Raymondi, en busca
de respuestas siquiera consoladoras que alimenten su esperanza de saber quién
mató a su Fer y por qué. Los vecinos aseguran que el drama comenzó cuando, al
promediar las ocho de la noche, del maldito viernes 14 de noviembre, después
que una mototaxi se estacionó bruscamente muy cerca de la bodega de don
Hilario. En la trastienda, don Hilario terminaba de preparar la última cena que
ya no pudieron compartir.
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