Opinión.
Según
el prestigioso semanario The Economist, Lima Metropolitana tiene 10.6 millones
de habitantes, el doble de lo que tenía hace 25 años. A este ritmo,
probablemente en 2030, en unos quince años, llegaremos a 15 millones de
habitantes. Seremos, después de El Cairo en Egipto, la metrópolis más grande
situada en un desierto.
Lamentablemente
nuestro crecimiento demográfico no ha estado acompañado al mismo ritmo por el
mejoramiento de nuestra infraestructura. Por causa de un sistema de transporte
público deficiente y anticuado, a pesar de grandes esfuerzos hechos en los
últimos años, somos una de las capitales más contaminadas de América y una de
las más difíciles de transitar: la velocidad promedio de los vehículos es de 14
k.p.h. y gastamos miles de millones de soles en tiempo perdido por la lentitud
de la movilización de las personas hacia su trabajo. Un trabajador del norte de
Lima que labora en San Isidro o Miraflores puede demorarse tres a cuatro horas
diarias solo en ir y venir de su trabajo. Muchos de los migrantes de los
últimos 25 años viven en zonas inhóspitas, en los cerros al este de la ciudad,
en terrenos peligrosos y empinados en los cuales es muy difícil poner agua y
otras infraestructuras y que no son aptos para enfrentar sismos. Es fundamental
empezar a cambiar la planificación de la ciudad para que sus habitantes puedan
gradualmente trasladarse a lugares mejores, más fácilmente alcanzables y en un
ambiente menos contaminante.
Por
estas razones hemos propuesto un llamado “Tren de Cercanías”, que abarcaría lo
que será en pocas décadas la zona metropolitana de Lima. Sin duda, es peligroso
adelantarse demasiado a las futuras necesidades, como ha ocurrido por ejemplo
en España, país que hizo grandes inversiones en infraestructuras como
aeropuertos que hoy no se usan. Pero el caso de Lima y del Perú en general es
distinto: todavía hay un gran crecimiento demográfico, aunque se está frenando
gradualmente, y también un gran crecimiento de los ingresos y por consiguiente
del tráfico. Por eso pensamos que debemos empezar a plantar la semilla que
permitirá una ciudad más moderna.
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Primero, debemos facilitar el transporte en la zona de influencia de la Gran
Lima. Esto no significa eliminar buses, pero sí significa modernizar
drásticamente las posibilidades de transporte rápido. Ya estamos empezando el
Metro: como lo demuestra la Línea 1, ya en funcionamiento, se subestimó
grandemente el crecimiento del tráfico de pasajeros y ahora se tendrá que no solo
poner más trenes y vagones, sino también cambiar las plataformas para que
puedan acomodarlos. Otro ejemplo de la subestimación de la futura demanda ha
sido el aeropuerto de Jorge Chávez, cuyo tráfico es dos veces mayor a las
proyecciones que se hicieron en el año 2000 cuando se decidió concesionar el
aeropuerto. Estos dos ejemplos nos dicen que tenemos que mirar el futuro con
mucho más visión.
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Segundo, el tren de superficie es la vía más rápida, menos contaminante y más
eficiente para el movimiento de masas de pasajeros. No se trata de un “tren
bala” sino de un tren liviano que podría llevar al tráfico de Huacho, Barranca
y Chancay a Lima en menos de 90 minutos. En Lima estaría conectado con las
líneas del Metro, actualmente en construcción, pasando por el este de la
ciudad. Desde Ica, pasando por Pisco, Chincha y Cañete, se podría llegar en
menos de dos horas.
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Tercero, se abriría la posibilidad de grandes desarrollos inmobiliarios, bien
planificados, con acceso relativamente fácil a Lima. Si miramos las grandes
metrópolis del mundo, como por ejemplo Tokio, su desarrollo nunca hubiera sido
posible sin los trenes que la circundan y abrieron en la postguerra la
posibilidad de vivienda moderna con infraestructura aceptable para una
población masiva.
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Cuarto, el proyecto es comercialmente viable, con un costo de infraestructura
mucho más bajo que el de los metros subterráneos. Con subsidios limitados, es
un proyecto en el cual sin duda habrá gran interés internacional. Por supuesto
este interés se debe desarrollar y promover con una buena planificación y un
esfuerzo diplomático en los países que hacen este tipo de inversiones, entre
ellos China, Corea, Francia, Canadá y varios otros.
Tenemos
que mirar hacia la Lima del futuro con acciones concretas. Naturalmente, hay
otros proyectos ferroviarios que podrían ser interesantes. Se ha hablado de un
ferrocarril de Tumbes a Tacna: por el momento no es viable y una opción más
barata para la carga es una Carretera Panamericana de doble sentido también de
Tumbes a Tacna, y la promoción del cabotaje marino abriendo esa actividad a más
jugadores, con la construcción y mejoramiento de los puertos esenciales a lo
largo de la costa. También se ha hablado de un Tren Transamazónico desde
Brasil: dudo mucho que este sea viable por el momento, sin hablar de sus
posibles impactos ambientales nocivos. Por el momento, concentrémonos en lo que
está a nuestro alcance, que tendría grandes beneficios para 40% de la población
del Perú, y que es un proyecto comercialmente factible sin comprometer
demasiados recursos públicos.
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