Justo Arizapana Vicente, el hombre que hace 24 años dio a conocer el paraje donde agentes del grupo Colina habían enterrado los restos de los nueve estudiantes y un profesor de la universidad Enrique Guzmán y Valle, La Cantuta, vive en una localidad denominada Desierto, jurisdicción de Nuevo Imperial, en Cañete.
Allí, donde el sol cae a plomo, Arizapana ha
encontrado un ambiente de cuatro metros de ancho por siete de largo, que un
familiar le ha cedido dentro de su propiedad.
Lo cercó con esteras y cubrió el techo con
plástico azul que descansa sobre un palo y algunos carrizos.
No puede hacer más. Su quebrantada salud no
se lo permite.
En setiembre del año 2011 fue víctima de
hemiplejia. Desde entonces el lado izquierdo de su cuerpo no le responde. La
falta de dinero y de una persona que lo traslade al hospital acabó con sus
primeras sesiones de rehabilitación.
En todos estos años, la terapia se la ha
estado prodigando él mismo. Largas caminatas y pequeños masajes a su adormecida
mano izquierda son su rutina diaria.
Por falta de dinero, Justo Arizapana tampoco
continúa la medicación que le recetaron para contrarrestar su peligrosa
hipertensión.
Con el fin de obtener algunos soles, acude a
reciclar desechos en el botadero municipal de Nuevo Imperial, a dos kilómetros
de su casa.
"Me voy caminando por el borde de la
carretera. Me trae recuerdos del año 1993 cuando trabajaba como reciclador y descubrí
las cenizas de los estudiantes. Hoy reciclo lo mismo: cobre, bronce, latas,
plásticos, botellas. Después lo vendo a un depósito en Imperial. Lo hago solo
dos veces por semana, porque mi cuerpo no me ayuda. Así saco diez o unos quince
soles a la semana", refiere.
Busca ayuda
Arizapana lamenta que las promesas de ayuda
que en algún momento le ofrecieron nunca se hayan concretado.
Pero deja claro que la difusión de lo que vio
aquella noche del 24 de abril de 1993 no tuvo otra motivación que la defensa de
los derechos humanos de los nueve estudiantes y del profesor universitario.
"Yo no busqué dinero ni trafiqué con el
caso La Cantuta, como sí lo han hecho muchas personas", señala.
Y agrega: "Ahora que no puedo valerme
por mí mismo, pido que me ayuden. Me gustaría vivir mejor, sueño con una casita
prefabricada de madera de cuatro metros de ancho por siete de largo, donde
pueda protegerme del frío y la lluvia en invierno y del fuerte sol en verano.
Recurro a la buena voluntad de las organizaciones de derechos humanos y de
todos los que conocen el caso La Cantuta", dice sentado en una cama que
adquirió en la cachina de Imperial, mientras trata de sortear el fuerte sol
que, inclemente, ingresa a través de los jirones del plástico azul que cubre su
pequeña choza.
Datos
Por seguridad. Luego de informar el lugar en
donde estaban enterrados los restos de los estudiantes de La Cantuta, Justo
salió de escena y vivió oculto.
16 años después. Ya en democracia, volvió
para identificarse como el hombre que descubrió las fosas de Cieneguilla.
(Elizabeth Prado)
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