Las
lenguas nativas del Perú, aquellas que se hablaban desde antes de la Conquista,
afrontan un ocaso. Varias están a punto de desaparecer. Si en 1961 el 33% de
los peruanos tenía al quechua como idioma natal, en el 2007 solo el 11% declaró
lo mismo. El aimara, por su parte, pasó de ser la lengua materna del 3,5% de la
población, a serlo del 0,4% en el mismo período. De continuar esta tendencia,
el censo de este año ratificará que somos un país que se entiende cada vez más
–exclusivamente– en español.
Los
motivos que explican el abandono de nuestras lenguas abundan. Ya sea por la
marginación o la violencia, miles de peruanos dejaron de transmitir su idioma a
sus hijos. “Fue para protegerlos, para que no los discriminen”, dice Melania
Canales, ayacuchana, quechuahablante y vicepresidenta de la Organización
Nacional de Mujeres Indígenas, Andinas y Amazónicas del Perú (Onamiap).
Canales
recuerda, por ejemplo, cuando tenía 7 años y sus profesores la reprobaban por
confundir la ‘e’ con la ‘i’ y la ‘o’ con la ‘u’ en los exámenes. Fuera del
aula, en Nasca, sus compañeros se burlaban de su acento y le decían
“comecancha” y “comequeso”. El mensaje que recibió desde niña fue simple y
cruel: “Nuestra cultura e idioma no servían”, dice.
Miqueas
Sanchoma, nativo de la selva central e intérprete acreditado de asháninka,
también conoció el maltrato por su lengua. Fue hace pocos años, cuando acudió
al Congreso para exponer los problemas de su comunidad. “Un agente de seguridad
nos dijo: ‘Ustedes son chunchos, no saben hablar castellano, ¿con quién van a
conversar?’”, cuenta Sanchoma, quien aprendió castellano en la selva de Junín a
los 15 años.
“Lima
tiene más quechuahablantes que cualquier lugar del país [hay 72 mil en San Juan
de Lurigancho]. Muchos de los que vinieron a Lima nacieron en lugares donde se
hablaba quechua, ¿pero quién lo usa en Lima?”, cuestiona Richard Webb,
economista y director del Instituto del Perú de la U. San Martín de Porres.
El
diagnóstico de Webb para las lenguas nativas no es optimista. “Es demasiado
práctico hablar y ser entendido por cualquiera. Es una necesidad de la vida,
del trabajo, de la educación. Mi pronóstico sigue siendo el mismo, va a seguir
reduciéndose el uso de esos idiomas [quechua y aimara], y los idiomas
minoritarios van a desaparecer”, afirma.
En
esta especie de darwinismo lingüístico, mejor suerte correrían aquellas lenguas
con más hablantes. Después de todo, el quechua y el aimara gozan de un gran
número de usuarios en el país. El panorama es más sombrío aún para idiomas como
el jaqaru (Lima) o el iquitu (Loreto), que tienen menos de 600 hablantes, en su
mayoría adultos mayores.
—Contra
la corriente—
Para
evitar la desaparición de las 47 lenguas nativas del Perú, el Estado ha
implementado varias estrategias en los últimos años. La más reciente es la
Política Nacional de Lenguas Originarias, Tradición Oral e Interculturalidad
que fue promulgada por el Ministerio de Cultura el 10 de agosto último.
Agustín
Panizo, jefe de la Dirección de Lenguas Indígenas del sector Cultura, resume la
política en tres ejes: garantizar la transmisión de idiomas nativos, trabajar
en su valoración positiva y preservar su conocimiento mediante la pedagogía y
el estudio lingüístico.
Respecto
al primer punto, el Ministerio de Cultura propone, por ejemplo, crear espacios
en las comunidades nativas donde los adultos mayores puedan compartir su idioma
con los niños. Luego, se trabajarán campañas para erradicar la discriminación y
que se reconozca a las lenguas nativas como una potencialidad y no como un
símbolo de atraso. Finalmente, se harán materiales didácticos y se fomentará el
estudio académico de estos idiomas en las universidades.
Panizo
admite que las metas de la política de lenguas son ambiciosas e involucran a
casi todo el Estado. No obstante, varias entidades han mostrado logros en los
últimos años: el Poder Judicial, por ejemplo, da capacitaciones en temas de
acceso a la justicia a quechuahablantes de Huancavelica. Y Reniec implementó
hace tres años un registro civil bilingüe que ya opera en cinco idiomas
nativos: aimara, awajún, jaqaru, wampis y shipibo-konibo.
Además,
el Ministerio de Educación –otro de los organismos involucrados en la
preservación de lenguas nativas– tiene desde el 2012 un sistema de Educación Intercultural
Bilingüe (EIB). Según informó el sector a El Comercio, en 24 mil escuelas
pública del país se imparten clases en lenguas nativas a niños. De ellas, 2.900
están en ambientes urbanos.
Lograr
un estado multilingüe, asegura Agustín Panizo, no solo implica garantizar los
derechos lingüísticos de los pueblos originarios, sino ser más eficientes en la
prestación de servicios públicos a los más pobres. No obstante, el funcionario
recalca que la última palabra siempre la tendrán los hablantes. Ellos decidirán
si conservan sus idiomas o los destierran de su memoria. (El Comercio – Luis García
Bendezú)
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