El
presidente de Apega comenzó a cultivar la uva en el 2014 y produce entre 1,500
y 1,800 botellas por año de su vino tinto seco de reserva Plenilunium de Luna
Negra, para los más exclusivos restaurantes del país.
Tras
ayudar a que el ceviche y el pisco sour peruano llegaran a las mesas de los
restaurantes del mundo, Bernardo Roca Rey apunta ahora al mercado del vino. Una
batalla a la que acude armado con un ingrediente secreto: una variedad de uva
traída por los colonizadores españoles y luego olvidada.
El
presidente de la Sociedad Peruana de Gastronomía (Apega) comenzó a cultivar la
uva en el 2014 y produce entre 1,500 y 1,800 botellas por año de su vino tinto
seco de reserva Plenilunium de Luna Negra, para los más exclusivos restaurantes
del país. El ejecutivo, de 73 años, quiere expandir la producción para comenzar
a exportar.
Roca
Rey espera que Plenilunium ayude a cambiar la percepción sobre el potencial
vitivinícola de Perú, de la misma forma en que los chefs descubrieron la rica
tradición culinaria del país en los años 90, y convirtieron a Lima en un imán
para los amantes de la comida y hogar de algunos de los mejores restaurantes
del mundo.
Las
viñas, eje de su plan, están ubicadas a 130 kilómetros al sur de Lima, donde la
misteriosa uva crece en terrazas preincaicas, y en terrenos más al sur, en el
desierto de Paracas.
“He
tenido dos grandes enemigos en mi vida: aquellos que pensaron que la comida
peruana no era lo suficientemente buena, que no era aceptable y no podía
competir con otras cocinas. Rompimos con ese tabú”, dijo Roca Rey. “Ahora voy a
romper el segundo, que los vinos peruanos no pueden ser los mejores del mundo”.
Roca
Rey descubrió la uva para su vino Plenilunium en una pequeña finca en las
montañas andinas al sur de Perú, donde los españoles establecieron las primeras
viñas en América Latina hace cuatro siglos para producir vino de iglesia.
Sin
un nombre registrado, Roca Rey llamó a esta cepa Luna Negra y plantó su viña en
terrazas que datan de hace 1,500 años en el Valle de Lunahuana.
Dada
que la tierra es escasa y cara en Lunahuana (la viña tiene solo 5 hectáreas),
Roca Rey también compró 500 hectáreas en el desierto de Paracas y en el 2012
plantó viñas en 25 hectáreas de arena, regadas por el agua de un río
subterráneo.
Ahí,
el empresario cultiva uvas Luna Negra para la producción de un rosé. También
produce vino blanco seco usando uvas muscat de Alexandria, y una variedad de
rojo usando cepas cabernet sauvignon y syrah.
“Todos
pensaron que estaba loco por plantar en el desierto”, dijo Roca Rey. “Todos
dijeron que era imposible, que la uva peruana no era lo suficientemente buena.
Así que decidí invertir por mi cuenta”.
Perú
exportó vino por US$ 1.2 millones el año pasado, muy por debajo de los US$
1,630 millones anuales de su vecino, Chile.
Mientras
cerca de 90 vinos chilenos ganaron medallas este año en el concurso anual
organizado por Concours Mondial de Bruxelles, Perú no ha ganado ninguna desde
su edición en el 2016.
Roca
Rey no se desalienta. El empresario cree que la exportación de vino boutique es
la siguiente fase en el boom gastronómico peruano. (AGENCIA BLOOMBERG / 19.07.2018 - 01:52 PM)
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