En
el grupo de 1.300 ciudadanos venezolanos que cruzan diariamente la frontera de
Tumbes con Ecuador hay niños que llegan a Perú con un gran equipaje de
ilusiones.
Aunque
a las familias les tomó entre 3 a 9 días el viaje desde Venezuela, en el puesto
fronterizo dispensan del cansancio y se apegan a los juegos y el canto. Como el
caso de Ariana, una niña venezolana de 12 años que rompe el ambiente de
preocupación que hay en el Centro Binacional de Atención Fronteriza (Cebaf)
Tumbes que entona: "Llevo tu luz y tu aroma en mi piel. Llevo en mi sangre
la espuma del mar y tu horizonte en mis ojos…con la piel tostada como una flor
de Venezuela… con tus paisajes y sueños me iré".
En
el Cebaf Tumbes, Unicef Perú ha instalado un espacio para que los niños
migrantes tengan un lugar amigable para interactuar mientras sus padres
realizan los trámites migratorios. Ahí también pueden pasar por una evaluación
nutricional si así lo requieren.
"Hemos
tenido que dormir aquí porque la agencia de viajes que debía recogernos ayer no
puedo llegar, y dice que viene hoy", cuenta a Unicef. Es el quinto día
desde que abandonó su hogar en Aragua junto con su madre y su pequeño hermano.
Ariana
cuenta que experimenta una mezcla de sentimientos encontrados. Siente pena de
alejarse de su papá, pero le anima la alegría con la que su hermanito y su mamá
esperan encontrarse con
su
padrastro.
"Es
él quien la ha animado a mi mamá, dice que en Perú viviremos mejor, que es
fabuloso, por eso estamos viniendo, yo espero que así sea", comenta
mientras su madre indica que vivirán en "un lugar llamado Cañete".
Este
no es el primer viaje que hace, pero sí el más largo e incierto: "A
Caracas he ido de pequeña, no me acuerdo, pero sí conozco Mérida y Aruba",
comenta. Ariana disfruta bailar y cantar las danzas y música típicas de su
país, pero de canciones o bailes peruanos no sabe nada y aunque los peruanos hablan español,
"casi no los entiende".
"Yo
había ingresado a hacer danzas en una academia famosa, que siempre sale en la
televisión, y soñaba con el día en que yo también pudiera bailar con ellos en
uno de esos programas, pero me he tenido que venir y ya no podré hacerlo",
dijo entristecida.
Tanto
como no haber cumplido este sueño, le apena la idea de no ver más a sus amigas
y amigos de la escuela. En Perú le espera un nuevo lugar y eso le da miedo.
"Yo siempre soy la más grande de mi clase, por mi talla todos dicen que
parezco universitaria, y si me bajan de grado, me va a dar pena estar con niños
más chicos que yo", explica con tono de inocencia y preocupación.
Ariana
añora volver a bailar salsa casino y las danzas de su caribeño Aragua, pero
también tiene la ilusión de aprender el himno nacional y encontrar en Perú la
oportunidad de convertirse en cantante, bailarina y actriz.
Cuando
sus padres le dijeron que era hora de partir hacia Perú, lo primero que David
(10) guardó en su maleta fue la camiseta del Barcelona "que lleva grabado
el nombre de Messi y de Unicef".
Esa
prenda tan querida para él guarda los recuerdos de una niñez feliz, al lado de
sus buenos amigos del Club Monumental y del Colegio Padre Juan Vives del hoy
lejano Maturín (Venezuela), y la esperanza de convertirse en un gran delantero
en un país al que ha llegado después de quince días de viaje.
Más
que miedo por lo desconocido, David, quien viaja con sus padres y su único
hermano, siente el corazón partido. A los diez años ya conoce cuánto cuesta
dejar atrás lo que se ama.
"Las
clases ya habían terminado, estaba de vacaciones cuando empezamos el viaje, así
que no pude despedirme ni de mis amigos de la escuela ni de los de mi club de
fútbol porque ya en las últimas semanas no podía ir a la práctica. Era difícil
encontrar movilidad, así que me ha tocado venir sin despedirme y me da pena
porque hemos jugado juntos desde muy chicos", comenta.
Venezolanos en Perú
No
solo le apena lo que él deja, también aquello que sus padres han tenido que
abandonar. "Mi papá tenía un carro muy bonito, con ese carro hemos pasado
por Caracas y luego por Zulia donde lo ha tenido que vender por poco dinero
para poder venirnos", cuenta mientras la cariñosa mirada de su padre lo
abraza.
Los
quince días de viaje en carretera y las largas colas que debe hacer en el Cebaf
Tumbes antes de continuar su viaje no lo desaniman. "Lo primero que haré
cuando llegue a Lima será darle las gracias a Dios, volver a estudiar y
practicar mi fútbol", dice con entusiasmo.
¿Cómo
sería el día más feliz en la vida de David? "Uno parecido a este, donde me
entrevistan como ahora, porque soy un futbolista famoso y ahí están mis papás,
mi hermano, mis amigos del Monumental y del colegio y mis tíos que nos esperan
en Lima", comenta.
David
no sabe a qué lugar de la gran Lima llegará, solo que lo esperan los hermanos
de su padre, que quiere volver a jugar fútbol y, pase lo que pase, mientras
esté con papá, mamá y su hermano de doce años, todo estará bien. (Redacción EC 14.10.2018 / 08:41 am)
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