En un terreno árido y
pedregoso, el pueblo de Retamal, en Manchay (Pachacámac), se abre paso bajo la
sombra de la precariedad. Baldes, cilindros, tachos y tanques, colocados entre
los caminos sin asfalto y las improvisadas casas de madera, revelan la
necesidad más agobiante de su población: la falta de acceso al agua potable.
Ana María Castillo
Gálvez, de 64 años, lleva cinco años viviendo -o sobreviviendo- con esta
carencia en la Asociación Sol de Manchay. Cinco años en los que ha pagado S/15
a una cisterna para llenar su polvoriento tanque y un viejo cilindro con este
recurso. Cinco años en los que ha racionado esta compra para que, en el mejor
de los casos, le dure 22 días.
“Yo vivo solo con mi
esposo, adulto mayor como yo, pero si tuviera hijos menores, necesitaría de
tres tanques al mes. Eso gastan algunos de mis vecinos”, comenta sentada en uno
de sus muebles. “Con tal de tener una tierrita, hay que sacrificarse... Hay que
esperar a que nos pongan agua. ¿Cuándo será? Años seguro tomará”, se cuestiona
como si hablara consigo misma.
VIDA DE PRIVACIONES.
El sacrificio de doña Ana empezó en 2015, cuando le avisaron que vendían
pequeños terrenos en Manchay. Cansada de pagar alquileres, se estableció junto
con su esposo, Wilman Sempertegui Campos, en una de las zonas más alejadas,
denominada Retamal, y donde, según el dirigente vecinal Marcial López Guevara,
hoy habitan unos 30 mil ciudadanos.
Desde entonces
comparte con sus vecinos el desafío de vivir sin agua, de ahorrar hasta la
última gota a fin de que le alcance para bañarse, lavar, cocinar y, si hay
suerte, regar sus contadas plantas, las cuales lucen totalmente secas, casi
muertas. Incluso comparte las consecuencias de no tener este recurso, que se
hacen evidentes en su agrietada piel y en las afecciones a su salud.
“Nos prometen agua y
desagüe, pero solo en campaña (electoral)”, dice tras recordar que la zona ha
sido visitada por alcaldes y congresistas, quienes les hacen la misma promesa a
cambio de votos y luego se esfuman, los olvidan y desaparecen sus esperanzas.
DESATENDIDOS. Algunos
metros después de la casa de doña Ana, se halla un tacho de plástico color
verde, tapado con una bolsa y pedazos de triplay. Es el recipiente donde
Mariela Soledad Parales Layme almacena el agua que usa, durante una semana,
para cocinar y el aseo personal de ella y su familia. Paga dos soles para
llenarlo y siempre lo coloca justo al lado de su silo, oculto tras cuatro
pedazos de madera.
La mujer de 35 años
llegó a la asociación Sol de Manchay en julio del año pasado. Aún estaba
embarazada y, pese a su estado, debía hacer lo que hasta ahora es su rutina
tres veces por semana: levantarse a las 6 de la mañana, preparar el desayuno,
esperar afuera de su vivienda la cisterna y movilizar su tacho con agua.
“A veces se sufre
cuando no viene el aguatero (...). Se sufre porque no hay, no hay para lavar,
no hay para el aseo...”, refiere mientras mueve el coche donde reposa su bebé
Darel, quien a su corta edad ya debe lidiar con un ambiente rodeado de escasez.
PEDIDO A VOCES.
Además de no tener acceso al líquido elemento, la pesadilla de Mariela -la
misma de doña Ana- es la ausencia de una red de desagüe. Un silo abierto dentro
de su terreno lo usa como baño. El olor que emana es nauseabundo y, cada cierto
tiempo, deben enterrarlo y buscar otro espacio que cumpla la misma función.
Debido a estas
carencias, Mariela padece recurrentemente de infecciones estomacales; además,
debe soportar las picaduras de mosquitos, que proliferan por el agua
almacenada. Por ahora, su pequeño hijo no ha padecido enfermedades, pero teme
de que esto ocurra pronto.
“Quisiera que (las
autoridades) tengan un poco de piedad, y si quiera pongan agua y desagüe, que
es lo principal, para no estar sufriendo”, responde cuando piensa en un pedido
para el Gobierno.
La realidad que viven
ambas mujeres es la misma que todos los habitantes de las 28 asociaciones que
agrupa Retamal, incluso del mismo alcalde de Pachacámac, Elvis Pómez Cano, cuyo
hogar se encuentra en la zona. El dirigente López Guevara considera que este
pueblo de Manchay refleja lo contradictorio que es el Estado. Por un lado, da
el mensaje de combatir la anemia y la pobreza; pero, por el otro, no provee a
la población del recurso más importante para acabar con estos problemas
sociales: el agua.
SOLUCIONES
El 71% de la
superficie de la Tierra está cubierto por agua, pero solo el 2.5% de ese total
es agua dulce, útil para el consumo de animales y plantas para subsistir; el
resto de este recurso, que se localiza en los mares y los océanos, no es
potable por su alto nivel de salinidad. Ante esta realidad, y con la finalidad
de cubrir la demanda de agua en el país, en el Perú se vienen impulsando
proyectos para desalinizar el agua del mar y así hacerla apta para el consumo
humano, lo cual permitiría mejorar la calidad de vida de más peruanos.
Planta
potabilizadora. El Ministerio de Vivienda, Construcción y Saneamiento (MVCS)
trabaja en la construcción de la primera estación de tratamiento de agua
potable o planta desalinizadora en el país, la cual espera concluir a fines de
este año. El proyecto, que ya está en marcha, comprende, además, la
construcción y mejoramiento de dos plantas de tratamiento de aguas residuales,
una ubicada al sur de Lima, que beneficiará a más de 100 mil vecinos de los
distritos de Santa María, San Bartolo, Punta Negra y Punta Hermosa. La obra
forma parte del proyecto denominado Provisión de Servicios de Saneamiento para
los Distritos del Sur de Lima (Provisur). Otra iniciativa similar se encuentra
ubicada en la ciudad de Ilo, Moquegua. Estas obras se trabajan a través de
Asociaciones Público Privadas
Agua para chilca. En
el año 2014, la empresa privada Fénix Power construyó una planta de
desalinización y potabilización del agua de mar, de la cual obtiene diariamente
2000 metros cúbicos de agua, que son entregados gratuitamente a la
Municipalidad Distrital de Chilca para el beneficio de la población.
Proyecto Lancones. Se
encuentra en el distrito de Lancones, en Piura, y el proyecto implementa
sistemas de agua potable y de saneamiento accionados con energía solar y
construidos con materiales de la zona, acordes al clima de bosque seco.
Esta iniciativa
beneficia a 1500 personas de las localidades de Playas de Romero, La Noria,
Laguna Larga, Chililique y Cascajal.
Proyectos
universitarios. Cuatro universidades -dos en Lima, una en Piura y otra en
Junín- han apostado por desarrollar propuestas científicas a fin de mejorar el
uso, calidad y distribución del agua en el país, a través de proyectos
financiados por el Consejo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación
Tecnológica (Concytec).
Comentarios