“Entre arenas blancas
y algarrobos verdes” –en frase de José Ramón de Dolorea, nuestro profesor de
Literatura– nació la Universidad de Piura (UDEP) en 1969, sobre 130 hectáreas
del desierto que fueron donadas por tres familias piuranas, quienes deseaban
contribuir con la fundación de un centro de estudios superiores, de calidad
internacional e inspiración cristiana.
Escuchamos, no pocas
veces, a monseñor Erasmo Hinojosa, quien fue arzobispo de Piura y Tumbes, decir
que la UDEP era una de las piedras más valiosas de su mitra episcopal y es que
fue él quien viajó a Roma, en busca de ayuda para que Piura contara con esa
universidad. En este viaje conoció a San Josemaría Escrivá, fundador de la
Prelatura Personal de la Santa Cruz y Opus Dei, quien ya conocía el Perú, a
través de varios de los miembros de la Prelatura que ya trabajaban en las
alturas de Yauyos y en Cañete.
Del buen
entendimiento, simpatía y buena voluntad entre ambos personajes de la Iglesia,
nació la primera semilla que se puso en Piura para crear esta universidad que,
a lo largo de estos primeros 50 años, no ha dejado de crecer en número de
edificios –con una filial en Lima– de Facultades, de Escuelas, de alumnos y ex
alumnos que, no solo han culminado ahí sus carreras, sino que han estudiado sus
maestrías y doctorados.
Siendo la calidad
profesional y científica de sus egresados muy importante, la UDEP desde su fundación
por San Josemaría, ha puesto su acento y esfuerzo en la formación de la
personas, su lema es: “Mejores personas, mejores profesionales”. Un lema que se
ha encarnado en la mayoría de quienes tuvimos la oportunidad de pasar por sus
aulas y las manos de verdaderos maestros que se esforzaban por entregarnos una
formación personalizada.
En la UDEP, todo
estaba dispuesto para educar, desde los baños –inmaculadamente limpios– hasta
el paisaje de hermosas puestas de sol, de silbidos del viento que se mezclaban
con el de los pájaros y de zorros que se paseaban por el arenal, bajo nuestra
mirada atenta y respetuosa; hasta la cafetería abierta al verdor de los
algarrobos y al diálogo entre profesores y alumnos.
El crecimiento de la
UDEP ha sido impulsado, principalmente, por la ayuda de la cooperación
internacional. Instituciones como el ICU de Italia, la GTZ de Alemania, la BCU
de Canadá, la Universidad de Navarra de España y muchas más, han hecho posible
tanto la construcción de laboratorios y edificios, como la formación de
profesionales.
La Unión Europea, en
su momento, contribuyó a la reforestación del desierto; es por eso que, en la
actualidad, la universidad es un verdadero oasis, cada vez más cercano a la
ciudad de Piura.
Largos años he
permanecido en la Universidad de Piura, mi alma mater, no sólo como alumna,
sino también como profesora de distintas generaciones en Piura y en el PAD
Escuela de Alta Dirección en Lima.
Una aventura
universitaria que jamás hubiera esperado vivir, con la plenitud que mis
maestros, colegas y ex alumnos, me aportaron. Gracias, Universidad de Piura, y
gracias a mi madre que, con la visión y sabiduría de maestra, se esforzó y
empeñó en que estudiara en la UDEP, porque quería dejarme, como ella decía: “la
mejor herencia de una buena educación”.
FABIOLA MORALES
CASTILLO (*)
(*) Profesora en
CENTRUM PUCP, GBS
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