Por amor a él, me
atrevo a escribir estas líneas, compartir con ustedes sobre mi hermano ‘Jarry’, el escritor Enrique
Verástegui, el mayor de ocho hermanos, quien nació en el Centro Histórico de
Lima, en el mes de las letras, el 24 de abril de 1950, y que en unas horas
cumpliría 69 años. Casi nunca trasnochaba, esperaba tomar sus pastillas para
dormir en la tradicional serenata familiar, le encantaba recibir a sus amigos y
lectores a quienes agasajábamos con una cena que el disfrutaba como un niño.
‘Jarry’ nació en el
seno de una familia unida, católica; por lo que su niñez, adolescencia y
destierro voluntario lo pasó en nuestra bella casa, de San Vicente de Cañete,
donde dio sus primeros pasos, rodeado de sus libros, los cientos de amigos y admiradores que
semanalmente lo visitaban, y conversaban horas, y días en su famosa biblioteca de Cañete. Estábamos acostumbrados
al olor del humo de cigarro.
Cañete -tierra que
tanto amo y extraño- fue mencionada en sus poemas, novelas, artículos
periodísticos y tertulias. “Trato de volver a ella escribiendo sobre la belleza
de mi infancia, a los 12 años me gustaba caminar por estos potreros de
Montalbán, cogiendo ramas para encender fogatas y bañándome en arroyos, caminar
por aquí, era un placer personal, para sentir la hermosura del campo, devorando
los libros de la biblioteca municipal Hipólito Unanue”, decía. Sus paseos en
bicicleta, sus veranos familiares en la playa las Conchitas de Cañete, felices
temporadas en las chacras de la Victoria y Villacuri, propiedad de nuestro
abuelo y mi papá, y repetía “Mi casa de Cañete era el útero al que siempre
volvía”.
Siempre viví
admirando al poeta que es mi hermano, desde adolescente tomé conciencia de lo
que él representaba. Los últimos 20 años tuve el privilegio de vivir con un hombre sabio. Como tal escuchaba,
analizaba y luego opinaba: frágil, dependiente
de nosotras, al punto de ser nuestra figura paterna 24 años después de fallecer
papá. Era tan considerado con nosotras que algún tiempo decía querer terminar
sus días en la Maison de Santé para liberarnos de cuidarlo, porque él sabía que
nadie lo cuidaría e engreiría mejor que su familia, fui su asistente personal,
acompañándolo a sus presentaciones nacionales y extranjeras; a sus actividades
sociales, visitas médicas y familiares. Era mi compañero de aventuras y el
hermano agradecido que festejaba mi sazón.
Nos dejó tan joven a
los 68 años. Él tenía muchas ganas de vivir, muchos proyectos, libros por
publicar; se cuidaba, era metódico, disciplinado, profesional, así era en la
vida hogareña. Dejó de fumar el 29 de enero de 2009. Con dolor me acostumbré a
las leyendas urbanas que le crearon, aún después de tu muerte en las redes
sociales. En compañía de mis hermanos lo cuidamos, protegimos, velamos por su
bienestar y tranquilidad para que él se dedique íntegramente a escribir y
producir su gran obra, ‘Jarry’, hermano, gracias por tu enseñanza diaria.
OBRA UNIVERSAL
“Estoy muy orgullosa
de él, de tener un hermano con una mente tan brillante de espíritu libre, tan
humano, cariñoso, respetuoso, generoso que entregó su obra como contribución a
la cultura universal, que para él es la base del desarrollo del pueblo y que buscó
la paz e igualdad social en sus
escritos”, agrega Isabel Verástegui.
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