En pocos días se cumplen 45 años de uno de los
peores sismos que sufrió Lima y el ‘Sur chico’ durante el siglo XX. Ocurrió el
3 de octubre de 1974 y las consecuencias fueron trágicas.
Los primeros reportes de Defensa Civil, ese
mismo 3 de octubre, indicaban que el movimiento telúrico había sido de una
intensidad de casi 8 grados en la escala de Mercalli y una magnitud de 5.6 en
la escala de Richter. (Archivo Histórico El Comercio)
Escribe Carlos Batalla
Actualizado en 01/10/2019 a las 12:34
La noche anterior, el miércoles 2 de octubre,
el mundo futbolístico se paralizó cuando Edson Arantes do Nascimento, Pelé,
jugó el último partido de su vida profesional. El “Rey” decidió retirarse con
la camiseta de su eterno equipo, el Santos. Los limeños lloraron por la
despedida del mejor jugador de fútbol de los últimos años.
Mientras tanto, el gobierno del general Juan
Velasco Alvarado estaba más bien alegre por otro motivo. Desde semanas antes
habían planificado una jornada de celebración justamente ese 3 de octubre
fatídico, pues se recordaba ese día el sexto aniversario de la llamada
“Revolución de la Fuerza Armada”, aunque lo que sucedió fue un golpe de Estado.
El golpe del 3 de octubre de 1968 contra el gobierno constitucional de Fernando
Belaunde Terry. En medio de la tristeza por el adiós de Pelé y la alegría de
los militares en el poder por su aniversario, los limeños pasarían a sentir
miedo y dolor horas después. A las 9 y 21 de la mañana del jueves 3 de octubre
de 1974, la tranquilidad de un día que había sido declarado feriado se rompió
de la forma más trágica.
Sorpresa, horror y miedo
El sismo fue percibido con una intensidad de
terror en toda Lima y el ‘Sur chico’, especialmente en Mala, Lurín, Chilca,
Pisco, Lunahuaná y Chincha, pero también fue sentido en Trujillo, por el norte,
y Arequipa, por el sur. La Carretera Panamericana Sur fue afectada y, en menor
medida, la Carretera Central. El tren hacia Huancayo se paralizó durante 7
horas.
Los primeros reportes de Defensa Civil, ese
mismo 3 de octubre, indicaban que el movimiento telúrico había sido de una
intensidad de casi 8 grados en la escala de Mercalli y una magnitud de 5.6 en
la escala de Richter. Solo en los primeros reportes para Lima Metropolitana se
anunció con pesar la muerte de ocho personas en Chorrillos, tres en Barranco y
dos en Surco. Pero los muertos y heridos iban a ser muchos más. En las 24 horas
iniciales, se comunicó oficialmente la cifra de 44 fallecidos y 806 heridos.
El epicentro fue a 60 kilómetros mar adentro,
frente al balneario de Cerro Azul, en Cañete, al sur de Lima. Los efectos en
Lima Metropolitana fueron tanto o más fuertes que cuando sucedió el terremoto
del 24 de mayo de 1940 o el otro fuerte sismo del 17 de octubre de 1966, para
entonces el último recordable que había sucedido en la capital. El sismo de
1974 dañó especialmente los distritos de Chorrillos (donde el 50 % de las
construcciones de adobe y quincha colapsaron), La Molina (en esos años con
muchas casas de adobe), el Cercado de Lima (como el derrumbe de una pared del
local de la Guardia de Asalto, en la cuadra 1 del jirón Amazonas) y la Provincia
Constitucional del Callao. Pero también afectó a zonas tradicionales con
inmuebles antiguos como en Barranco, Barrios Altos y el Rímac.
Los reporteros gráficos del decano registraron
las reacciones de los personas que corrían aterradas por las calles. (Archivo
Histórico El Comercio)
Un escenario de guerra
Las notas periodísticas del día siguiente,
viernes 4, reflejaban la angustia que vivieron niños y padres de familia,
quienes tras el sismo que duró 2 minutos y 15 segundos salieron despavoridos en
busca de zonas libres como parques o plazas. Ataques de pánico se observaron en
los edificios de Lima, mientras los vecinos sufrían hasta ataques cardiacos o
rodaban por las escaleras o en la calle. Ya en las pistas, muchos se
arrodillaron implorando el perdón de Dios.
Otro ejemplo de pánico fue el caso de un
dietista del Hospital Obrero (Hospital Guillermo Almenara), el cual se lanzó al
vacío desde el tercer piso y cayó sobre el techo de un consultorio,
fracturándose la tibia de una pierna. Todos los centros hospitalarios de Lima,
pertenecientes al Ministerio de Salud y al antiguo IPSS (hoy Essalud) estaban
al tope en los servicios de emergencia. El comentario general era que todo se
hubiera agravado si hubiera habido clases escolares.
Ante el desastre, la celebración militar debió
suspenderse (aunque igual lo hicieron seis días después, el 9 de octubre);
mientras el gobierno decretó la Ley Nº 20754, en que ningún afectado por el
sismo debía ser desalojado por algún motivo. El sismo fue jueves y las horas
avanzaban una eternidad. No hubo luz y las ondas radiales colapsaron. Se
produjeron roturas de cañerías e inundaciones, derrumbes y líneas telefónicas
dañadas. No faltaron las personas con crisis de angustia encerradas en los
ascensores de la ciudad.
Así quedó el segundo piso del Banco Industrial,
local donde hoy está la Reniec, en la Plaza Gastañeta, en el centro de
Lima. (Archivo Histórico El Comercio)
Las enseñanzas del recordado terremoto de 1970,
que hizo desaparecer la ciudad de Yungay en Ancash, ayudaron a enfrentar con
más solvencia técnica y humanitaria el sismo limeño. Con un servicio como el de
Defensa Civil, creado tras el movimiento telúrico de hacía cuatro años, se
activó en Lima un sistema de ayuda coordinada. También colaboró operacional y
eficientemente el Centro de Operaciones de Emergencia Nacional.
Sin embargo, la capital reveló su lado más
débil: las construcciones antiguas o las hechas informalmente sufrieron lo
esperable en una situación como esa. Incluso inmuebles aparentemente
resistentes sufrieron daños menores impensables, como por ejemplo, los
edificios del Ministerio del Interior, el Palacio de Justicia, el edificio de
Panamericana Televisión (Canal 5) y el segundo piso del Banco Industrial, local
donde hoy está la Reniec, en la Plaza Gastañeta, en el centro de Lima, y hasta
el propio aeropuerto internacional Jorge Chávez se vio con algunas rajaduras.
Además, sufrieron graves daños las iglesias
como San Pedro de Chorrillos, la iglesia del Puente de los Suspiros, la iglesia
Santa Clara y la Iglesia del Carmen, así como el antiguo local de la
Beneficencia Pública de Lima (jirón Lampa). Queda para la anécdota también que,
en el momento del sismo, uno de los relojes de la Plaza San Martín, en el
centro de Lima, paró sus agujas a la vista de todos.
Hechos durante y después del sismo
El mismo día del sismo, el 3 de octubre, hubo
25 réplicas que la gente pudo sentir y que se sumaron a otras microrréplicas.
Otro hecho de terror ese día fue el extraño movimiento del mar que, en algunos
lugares del ‘Sur chico’ (como en Pisco), se retiró decenas de metros más allá
de la orilla, temiéndose un tsunami. Sin embargo, solo hubo fuertes marejadas,
pero tan intensas que en Pisco los botes ubicados en la playa terminaron en la
propia Plaza de Armas.
Lima reveló su lado más débil: las
construcciones antiguas o las hechas informalmente sufrieron lo esperable en
una situación como esa. (Archivo Histórico El Comercio)
Este fenómeno marítimo en la costa limeña
provocó situaciones inesperadas como la ocurrida en el distrito de Barranco,
donde al producirse el retiro del mar los barranquinos aprovecharon el banco de
arena que se formó para llevarse la mayor cantidad de choros que quedaron
varados en ese espacio formado inesperadamente.
Otros gestos más bien solidarios de los vecinos
se apreciaron en varios sectores de Lima, como aquel de llevar en sus autos,
motos, bicicletas y hasta triciclos a las personas que caminaban o corrían para
reunirse con sus familiares. Otro dato de la Policía fue que, al menos en el
resto del día del sismo, no hubo en Lima denuncias de pillaje o saqueo de
viviendas o tiendas comerciales, como había ocurrido otras veces en casos
similares.
De Cerro Azul hacia más al sur, se reportaron
ese primer día 13 muertos y unos 150 heridos (30 de gravedad). Chincha, por
ejemplo, sufrió en esas terribles primeras 24 horas, unos 52 heridos (20
graves) y Pisco 20 heridos (uno grave). Hasta en Ica se reportaron víctimas (un
muerto y 10 heridos). En estas zonas del sur de Lima, la destrucción de
viviendas fue del 50%, casi todas hechas de “material noble”.
Viviendas hechas con adobe quedaron destruidas
en La Molina. (Archivo Histórico El Comercio)
Algunas medidas urgentes
La ayuda internacional no tardó en presentarse
con los ofrecimientos de Venezuela, Ecuador y Chile, países que fueron entre
los primeros en extender su mano amiga. Por otro lado, el gobierno militar
asumió la tarea de apoyar a las familias afectadas directamente con el derrumbe
de sus precarias viviendas. Las reubicó y apoyó en la construcción de los
nuevos barrios, como les sucedió a un gran número de vecinos del jirón
Amazonas, en el centro de Lima, los cuales fueron reubicados en la zona de
Ascarruz, en San Juan de Lurigancho.
Tres días después, el 6 de octubre de 1974, las
cifras reflejaron ya la realidad de los hechos. Se contaron 73 fallecidos, más
de 1.000 heridos y cerca de 4.000 viviendas destruidas en Lima y el ‘Sur
chico’. Asimismo, hubo 22 mil personas damnificadas, 261 locales escolares
afectados en los que las clases se suspendieron durante 11 días; y 690 réplicas
durante la semana posterior al movimiento sísmico.
Días después, la primera salida del Señor de
los Milagros tuvo un carácter especial. Ver a la figura sagrada pasear por las
calles afectadas, derrumbadas en muchos casos, fue conmovedor. La fe de los
limeños esos días apareció incólume, renaciente y luminosa, a pesar el drama
sufrido.
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