Hoy
2 de diciembre de 1969 falleció el autor de Los ríos profundos. Con esta nota
recordamos su legado.
José
María Arguedas creía que se debían terminar las ataduras coloniales para que el
hombre andino muestre con orgullo la fuerza de su cultura.
Carmen
María Pinilla
cmaria@comercio.com.pe
Actualizado
el 02/12/2019 a las 15:38
Siendo
niño José María Arguedas se identificó con la cultura andina; sus gustos y
preferencias fueron moldeados por ella. Por ello se diferenció de sus
familiares, insertados más en el mundo criollo-misti. Como persona sensible que
era, comprendió muy pronto la irracionalidad de los prejuicios ancestrales del
mundo criollo hacia el mundo quechua. Entendió que solo ideas absurdas impedían
apreciar todo el caudal que poseía la cultura andina, e imposibilitaban el
enriquecimiento de la cultura nacional.
Cuando
comienza a escribir decide tratar de reparar este error. Sintió que podría
hacer visible este mundo desconocido o despreciado, ser su vocero, y cambiar el
desdén en admiración. De ahí su entrega absoluta e indesmayable a este
proyecto. Arguedas abrigaba la esperanza de que su labor ayudase a que ese
mismo pueblo andino pudiese expresarse directamente e irradiar por sí mismo sus
valores a la sociedad general.
Tuvo
el acierto de luchar, principalmente, en el plano de la cultura, usando la
potencia de la experiencia estética, de la belleza. Mientras nos ofrecía
narraciones y poemas de belleza incuestionable, nos mostraba la fuente de
inspiración de todo ello, nos mostraba al pueblo andino creador de arte. Lo
hacía a través de sus trabajos etnológicos, de las recopilaciones que no se
cansaba de realizar y registrar.
Arguedas
formaba archivos. Difundía entusiastamente sus constataciones en innumerables
publicaciones, periodísticas o académicas. Buscaba empoderar a las poblaciones
sojuzgadas elevando su autoestima con las herramientas que tuviera a mano.
Estaba seguro, repetimos, de que una vez libre, despojado de las imposiciones y
ataduras coloniales, ese pueblo andino mostraría por sí mismo la fuerza de su
cultura y serviría de inspiración a propios y extraños.
PElÍCULAS
DE GESTA
Hay
un artículo suyo de 1957, “Películas de gesta”1, que así lo demuestra. Se
refiere a unos documentales que pudo apreciar en el Cusco sobre fiestas de
labranza, corridas de toros, danzas tradicionales, canciones, etc., creadas por
los integrantes del Cine Club Cusco. Menciona a Andrés Alencastre, Manuel
Chambi y Eulogio Nishiyama. El lenguaje cinematográfico lo impactó de tal modo
que despertó muchas esperanzas suyas con respecto a las metas de su proyecto de
escritor, a su rol en él.
De
vuelta a Lima, escribió lo siguiente en este suplemento: “A pesar de haber
encontrado en la obra de los mestizos rasgos auténticos del pueblo quechua,
aprendidos o tomados por contagio en la niñez, sabíamos que alguna vez, la
propia multitud indígena se comunicaría con el mundo en forma más cabal,
directa o íntegra. ¿Cómo y cuando? Era una esperanza al mismo tiempo firme y
difusa. Sabíamos que nosotros, los mestizos, le abriríamos el camino, le
daríamos la oportunidad”.
Esos
documentales, continúa Arguedas, permiten apreciar ya, directamente, los
elementos primarios humanos y cósmicos que contienen las manifestaciones
culturales del pueblo quechua. Termina asegurando que “películas como las que
me atrevo a comentar han de formar la levadura, los elementos primarios, el instrumental
informativo, el suelo sobre el cual podrá edificarse una gran cinematografía
peruana, la más original y artística del nuevo mundo. Si la máquina no ha
matado hasta entonces el corazón sobre el cual sería posible edificarla”.
Es
interesante destacar que lo último no se refiere a la tecnología moderna, sino
al uso frívolo de ella, a aquel uso en el que desaparece el “alma”.
LIMA,
7 DE SETIEMBRE DE 1955 El escritor peruano José María Arguedas en la Asociación
Nacional de Escritores y Artistas (ANEA) . FOTO: El Comercio.
UNA
ESPERANZA FIRME Y DIFUSA
Hoy
2 de diciembre se cumple 50 años de la muerte de Arguedas, estas intuiciones
suyas, esa esperanza suya, “firme y difusa” al mismo tiempo, de que el mundo
indígena irrumpiese y moldease la cultura nacional se ha realizado, como tantas
otras intuiciones. Lo comprobamos al apreciar la proliferación de valiosísimas
películas de factura andina, reconocidas en todo el mundo. Y, en realidad, se
comprueba, asimismo, en tantas otras producciones culturales modernas. En ellas
se advierte inconfundible la potente matriz cultural originaria.
Gonzalo
Portocarrero opinaba que José María Arguedas llegó a apreciar, antes de morir,
la transformación descolonizadora del sentido común y los límites de la
pretendida homogenización cultural criolla. Más aún, nos asegura Portocarrero
que, con el paso de los años se comienza a comprender que el retorno de lo
indígena es un dato inapelable y que “después de Arguedas es imposible imaginar
el Perú fuera de una revaloración de lo indígena”2.
Más
Datos
Los
últimos días y un libro
La
partida: El 28 de noviembre de 1969, José María Arguedas se disparó un balazo
en la sien, en un baño de la Universidad Agraria donde era profesor; cuatro
días después, el 2 de diciembre dejó de existir .
El
testimonio: A su muerte, Arguedas dejó inconcluso su último libro, una especie
de memoria novelada ambientada en Chimbote que se editó póstumamente en 1971,
con el título de El zorro de arriba y el zorro de abajo.
1.
El Dominical de El Comercio, 17 de noviembre de 1957.
2.
Portocarrero, Gonzalo, La urgencia por decir “nosotros”. Los intelectuales y la
idea de nación en el Perú republicano, Lima: PUCP, 2015, p. 314.
LA
RUTA DE ARGUEDAS
En
la calle de Lima 420, en Puerto Supe (Barranca), se encuentra la casa donde
pasó los veranos desde 1943 a 1963. Con su esposa Celia Bustamante y cuñada
Alicia Bustamante, recibían la visita de Fernando de Szyszlo, Blanca Varela,
Emilio A. Westphalen y otros artistas amigos.
Casa
José María Arguedas.
Camino
a Puquio (Ayacucho) hay un desvío que lleva a San Juan, distrito de la
provincia de Lucanas, riquísimo asiento minero de oro y plata. En el jirón San
Martín, esquina de la plaza de Armas, está la casa donde vivió durante su
infancia. Fue aquí donde sufrió el abuso y desprecio de su madrastra y convivió
con los indígenas.
Ayacucho
De
niño recorrió 200 pueblos con su padre, un abogado errante sin residencia fija.
Estas rutas son narradas en Los ríos profundos. Huaytará, Coracora, Puquio,
Andahuaylas y Yauyos son algunos de los pueblos que menciona.
Los
ríos profundos.
Puquio
y los ayllus. En Yawar fiesta describe el pueblo de Puquio ubicado “entre
alfalfares, chacras de trigo, de habas y cebada, sobre una lomada desigual”.
También ubica tres ayllus que se ven desde el abra de Sillanayok’: Pichkachuri,
Kayau y Chaupi.
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