La
tradicional danza de las Pallas de Coayllo, Cañete, es quizá la más emotiva y
colorida de las expresiones culturales de esta localidad ubicada al sur de
Lima. El sitio, cargado de historia y de recursos arqueológicos, es un
atractivo que debe conocer.
30/1/2020
Suplemento
Lo Nuestro
Texto
y fotos: Luis Yupanqui
Pantaleón
García no tiene visitadoras y si tiene, no nos lo contó. Don Panta de Coayllo
lo que tiene es una gran vitalidad para sus bien llevados 92 años. Es el último
de los violinistas que conoce las armonías de las danzas de las Pallas y los
Negritos, que antes adoraban a los apus y ahora adoran al Niño Dios.
De
nuevo estoy por estas tierras. Anteriormente he contado que San Pedro de
Coayllo es uno de los 16 distritos de Cañete y que está a poco más de 100
kilómetros de Lima. Lo que no les he dicho es que este distrito tiene varios
anexos: Uquira, San Juan de Quisque, Yesera, Santa Rosa de Cata y Santa Cruz de
Unchor, y que nuestra aventura esta vez empezará en San Juan de Quisque, unos 15
minutos antes de llegar a Coayllo.
Jhon
Napán es un joven historiador, nieto de don Faustino Napán Reyes, quien me ha
invitado a su casa para compartir conmigo la danza de las pallas. Esta danza
era en sus orígenes para agradecer la llegada de las lluvias y, con la
presencia de los españoles, se le adaptó al nacimiento del niño Jesús. Las
familias Napán y Vega son las únicas que conservan esta tradición en Coayllo,
la que, con algunas diferencias, se bailan también en varios pueblos de Cañete.
Don
Faustino lo hace desde que tenía 20 años; de niño no le llamaba la atención,
pero al ver a su abuelo danzar decidió aprender los pasos. Me cuenta que antes
se bailaba también en Coayllo, pero que se perdió la costumbre porque a los
jóvenes no les interesa. “Pablo Vega trajo la danza a Quisque y ahora nuestras
dos familias son las únicas que conservan los secretos de las comparsas”.
Fuimos
a buscar a Pantaleón García a su casa, al tocar la puerta su hija nos encarga a
su padre, un pequeño hombre mayor que camina con cierta dificultad y que se
ayuda con un bastón. “Tiene 92 años” me dice Jhon, a lo que él responde con una
jovial sonrisa, lo que me hace dudar de su edad.
Al
paso del sonajero
Al
llegar a la fiesta, Pantaleón saluda a todo el mundo. Los asistentes le
extienden la mano con mucha familiaridad, se juega algunas bromas con sus
conocidos, le alcanzan un vaso de cerveza y le avisan que Francisco Pecho
(arpista) y Tomás Vega (flautero) ya han llegado y lo están esperando. Se une a
los otros músicos y empieza un nuevo baile.
El
abc en movimiento
Los
pasos de la danza se llaman “cruzadas”, estos pasos forman letras del
abecedario y los movimientos son marcados por el sonajero. Dos sonajeros y tres
parejas de pallas forman la comparsa. Don Faustino asegura que antes se
formaban todas las letras del abecedario y que la danza podía durar más de una
hora. “Ahora solo dura quince minutos porque los músicos se cansan, ya no
aguantan”.
Lo
curioso es que la Navidad y la Bajada de reyes ya pasaron y la familia Napán
recién hace la fiesta. “Es que ya no hay músicos”, me dice don Faustino:
“Ellos, los que están tocando, son los últimos que quedan. Para las fiestas los
contrataron la familia Vega y yo lo hago en esta fecha cuando están
desocupados”. Es triste imaginar que esta antiquísima tradición pudiera morir
junto con sus músicos.
La
fiesta continúa hasta tarde, otras danzas como la de los negritos y los
chunchos también se presentan, mientras la carapulcra y la sopa seca alimentan
a los asistentes. La noche tiene su fin de fiesta con el grupo musical que
animará hasta las últimas consecuencias.
Pueblo
Viejo
Al
día siguiente partimos hacia la parte alta del río Omas. Este se localiza entre
los distritos de Coayllo y Omas. Es un río generalmente seco y en temporada de
lluvias riega la napa freática para que la población utilice las aguas del
subsuelo y riegue sus chacras de frutales que principalmente producen níspero,
pero también manzana, palta, lúcuma y chirimoya.
Nuestra
primera parada fue al pie de la carretera, después de casi una hora de viaje,
en el anexo de Santa Cruz de Unchor para comprar fruta. Media hora más tarde
estábamos en la simpática placita de Omas. Unas fotos a la iglesia y
continuamos hacia Pueblo Viejo.
Esta
localidad está en la margen izquierda del río, nuestras movilidades se quedan
en una entrada y nosotros iniciamos una pequeña caminata de 30 minutos, en que,
después de cruzar el río y subir unos metros por una fácil pendiente, llegamos
al resto arqueológico.
Pencas
y cactus se ubican a lo largo del resto arqueológico, paralelo a este, un
conservado tramo de aproximadamente 2 kilómetros del Qhapaq Ñan nos sorprende.
De vuelta pasamos por los restos arqueológicos de la Yesera y Uquira hasta
llegar nuevamente a Coayllo, donde adquirimos más fruta para llevar a casa.
Se
trata de un paseo con tradiciones, con historia y restos arqueológicos muy
cerca de Lima. Venga solo, con amigos o en familia. Los coayllanos lo esperan
con los brazos abiertos.
Las
pallas y los cronistas
Antes
de que el valle sea invadido por los incas, ya se encontraba habitado por los
coayllos, que moraban en la parte media y baja del valle.
Estos
ayudaron a los incas en la conquista de los guarco, quienes libraron cruenta
guerra durante más de tres años, tiempo en el que construyeron la gran ciudad
de los incas llamado Incahuasi y la sede administrativa, Uquira.
Palla
en quechua significa “princesa casada”. Garcilaso de la Vega decía que la colla
era la esposa del inca, la ñusta era la hija principal del inca, las hijas
menores del inca al casarse tomaban el nombre de “pallas”.
Ricardo
Palma da cuenta en sus Tradiciones Peruanas de la presencia de las pallas en
las celebraciones de la Navidad limeña.
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