Jorge ruiz de
somocurcio
*Arquitecto y
urbanista
La carrera de Celia
Capira contra la muerte en Arequipa, para salvar la vida de su esposo,
implorando la atención del Presidente Vizcarra es un desgarrador testimonio de
que tocamos fondo.
Después de más de 100
días de convivir con la COVID-10 quedan
claros algunos mensajes para refundar la vida en las ciudades. Celia Capira,
Mario Romero el ángel del oxígeno y
Cáceres Llica nos remiten respectivamente al evidente colapso total de los
sistemas de salud, a la solidaridad como una fuerza imbatible para recomponernos
y al desastre de las formas de gobernanza local y regional; se cayó un
modelo de descentralización. Contados con los dedos de una mano las autoridades
que están haciendo algo bien. Diversos analistas coinciden que especialmente en
América Latina vamos a salir de esta crisis con más pobreza, más desigualdad y
un agravado malestar social de pronóstico reservado.
Sobre al
comportamiento de nuestras ciudades en esta pandemia, la conclusión unánime es
que donde hay pobreza, hacinamiento e informalidad, la vulnerabilidad se ha
evidenciado más rápidamente y los contagios se extienden sin parar. Así hemos
visto prosperar la infección y contagios en los barrios sin servicios, mercados,
áreas comerciales informales, tugurios, paraderos con respuestas
improvisadas de las autoridades.
El mundo ya está
formulando nuevos paradigmas de la vida urbana pero por acá aun no aparece nada
a la vista. En Perú donde el 20% de la población no tiene agua potable en las
urbes y 40% en el campo la provisión sanitaria debe ser una prioridad con
viviendas que tengan condiciones básicas
de habitabilidad, cero invasiones y tráfico de tierras; servicios básicos y
espacios públicos que alivien el hacinamiento. El mensaje debe ser ciudades sin
COVID.
Fomentar la
conectividad virtual en todo el país para facilitar el tele-trabajo y la
tele-educación incluyendo la dotación de centros culturales ad-hoc. Alentar la
reestructuración poli céntrica de las ciudades con múltiples barrios que
ofrezcan los servicios de salud, educación, finanzas, cultura en radios de 15 o
30 minutos.
El discurso de
despedida Presidencial por Fiestas Patrias aposto por el triunfalismo en medio
del desencanto. Nos han ofrecido que ¨el
Perú debe salir de la pandemia con un nuevo y solido sistema de salud¨, para
luego presentarnos una larga lista de compras pero desgraciadamente omitiendo
la presencia del Estado en lo esencial: las grandes acciones preventivas para
reorganizar las condiciones de vida y salud en las ciudades y en el campo.
Ninguna referencia al indispensable reordenamiento y democratización del
territorio; ni la agenda ambiental pendiente para enfrentar el cambio climático
a pesar de ser la próxima amenaza. Discutible el anuncio de titular 1 millón de
predios informales dándole un espaldarazo a los traficantes de tierras o el
anuncio de la construcción de las Líneas 3 y 4 del Metro con el sistema de Gobierno a Gobierno sin considerar que
deben producirse cambios en el modelo de movilidad. Quizás hubieran sido más
importantes los trenes de cercanías al sur y norte de la región metropolitana.
Las grandes metrópolis tendrán que reformularse con servicios funcionando solo
al 40%. En nuestro caso ganara importancia posiblemente vivir en ciudades
intermedias como Cañete o Paracas al sur, con nuevos proyectos urbanos como
Nueva Lima una interesante experiencia privada
o Chancay en el norte.
Hubo un anuncio de
obras de agua, desagüe y vivienda pero sin una visión integral de desarrollo.
Como cereza de la
torta, la propuesta de creación del colectivo Pacto Perú para trabajar cinco
temas claves de cara al Bicentenario, podría ser el espacio para crear un Grupo
Ciudades que a manera del Grupo Vacuna haga la hoja de ruta para el nuevo
rostro urbano que el país requiere. Necesitamos convicciones y certezas de que
podemos construir algo bueno después de la pandemia, que nos saque de esta
larga incertidumbre.
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