MISTERIO DE LA HACIENDA HUALCARÁ
Autor: Felipe Huamán G.
Justino tenía ocho o nueve años cuando
vivió aquella noche que nunca olvidaría. Eran tiempos en que las haciendas
dominaban el valle de Cañete, cuando el algodón era el oro blanco y los campos
se llenaban de braceros llegados de todas partes, ansiosos por la cosecha. Su
madre, doña Margarita, trabajaba de sol a sol en la "paña", y Justino
la acompañaba cada jornada, correteando entre las matas mientras ella llenaba
sus talegos con las motas esponjosas.
Cada tarde, al volver a casa con la piel
impregnada del polvo del campo, Justino escapaba al estadio de Hualcará, donde
se reunía con otros niños para jugar hasta que la oscuridad los expulsaba. Las
calles carecían de alumbrado y el peligro no eran los hombres, sino las sombras
que parecían tomar vida al caer la noche.
Pero aquel día, Justino no regresó. La
noche cayó sin rastro de él, y la angustia se apoderó de doña Margarita.
Envolviéndose en su manta, encendió un lamparín de querosene y salió a
buscarlo. En las calles sombrías de la hacienda, no era la única. Otras madres,
con mecheros en mano, recorrían los caminos, llamando a sus hijos con voces
temblorosas.
El eco del viento les devolvía el
silencio hasta que, de pronto, unas risas lejanas rompieron la tensión.
Corrieron hasta la vieja desmotadora y vieron salir del interior a los niños,
sanos y salvos. Los abrazaron entre sollozos, agradeciendo a Dios. Para los
pequeños, solo había sido otra aventura. Para las madres, una noche de terror.
En casa, Justino bajó la mirada cuando
su madre, aliviada pero inquieta, le preguntó con dulzura: —¿Dónde estuviste,
hijito?
Él titubeó antes de responder: —¿Me vas
a pegar?
—No, hijo. Solo dime la verdad.
El niño tragó saliva y comenzó su relato
con una mezcla de miedo y fascinación: —Jugábamos cuando una luz fuerte iluminó
la pampa del estadio. Era una camioneta que venía desde la Hacienda Montejato y
se estacionó junto a la desmotadora. Bajó un hombre alto, rubio, con botas
brillantes y un sombrero grande. Nos preguntó si queríamos pasear en su
camioneta, y todos aceptamos.
Doña Margarita sintió un escalofrío
recorrerle la espalda. —¿Y luego?
—Nos llevó lejos, mamá. A unas pampas
enormes sin casas ni árboles. A lo lejos vimos un caballo blanco y, sobre él,
un hombre con chaleco brillante y botas con espuelas. Se molestó cuando nos vio
y le dijo al chofer: "¡Te dije que no trajeras niños! Devuélvelos ahora
mismo". Y entonces la camioneta nos trajo de vuelta.
La madre sintió un nudo en la garganta.
—¿Volvieron en esa camioneta?
—Sí, mamá. ¿No viste la luz que
iluminaba el estadio?
Doña Margarita palideció y se persignó.
—No, hijo. No vimos nada. Solo escuchamos sus voces saliendo de la vieja
desmotadora. La única luz era la de nuestros mecheros.
Justino se quedó en silencio. Su madre
lo abrazó con fuerza, rezó con él y lo acostó a su lado. Pero aquella noche no
pudo dormir. Las palabras de su hijo le revolvían la mente. Los rumores en la
hacienda hablaban de cosas que exigían "pagos"; fábricas donde almas
en pena deambulaban, esperando su tributo.
Años después, cuando Justino ya era un
hombre hecho y derecho, su madre recordaba aquella noche con el mismo
desasosiego. Algunos decían que el diablo había intentado llevarse a los niños,
pero las oraciones de sus madres los salvaron. Otros murmuraban de
"encantos", de misterios que rondaban las tierras trabajadas sin
respeto a los antiguos dueños del valle.
Hoy, Justino es un profesional
respetado, pero cuando alguien le pregunta por aquella noche, su voz baja y sus
ojos se oscurecen. No sabe qué fue real y qué fue imaginado, pero el recuerdo
sigue vivo. Y cuando Justino ya no esté, quizá su historia se vaya con él. O
quizá, en alguna noche de luna llena, un niño vuelva a ver aquella luz en la
pampa del estadio y el misterio continúe, aguardando una nueva voz que lo
cuente.
Ahora
también nos puedes seguir en ACTUALIDAD CAÑETANA en el siguiente enlace: https://chat.whatsapp.com/4e51b0UpCFtKnBwWxVMBYY
y en ARV NOTICIAS en el siguiente
enlace: https://chat.whatsapp.com/JDHVlwko2Pi1XcWM8ASVrY
Comunícate
con nosotros al 943468308 – 999449939; y, televísanos digitalmente muy pronto en
“Al Rojo Vivo” – Edición Central de lunes a viernes a
las 7 p.m.
Estamos
a cada hora del día contigo.
RECUERDA:
Somos Más Que Información, Somos Actualidad Cañetana.
Comentarios