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Conoce la historia de lucha del cantante que es considerado como la
mejor voz de nuestra música después del Zambo Cavero y Lucha Reyes
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Por Fernando Vivas
Esta sección tiene una pequeña historia con Manuel Donayre. En “¡Pero,
regresa!” (1/11/10) pregunté a Javier Ponce, director del documental “Una carta
al cielo” sobre Lucha Reyes, si nuestra diosa mayor del criollismo tenía
sucesores. “Podría ser Manuel Donayre�� fue la respuesta y a los
pocos días el mencionado me envió un DM (direct message), pidiéndome que lo
contactara con Javier. ¡El heredero de Lucha estaba vivo y ‘tuiteando’ en Nueva
York! Hace poco estuve allí y, al revés, Javier me dio el teléfono de los
Donayre.
EN ESTA TARDE TRISTE
El primer encuentro se frustró por culpa de la tormenta Sandy. El
segundo fue en la 8va. Avenida, a pocas cuadras de Times Square, en el lobby
del gigantesco edificio donde trabaja, en una tarde fría y triste como la
entrada de “Destino”, su primer éxito (“En esta tarde triste yo te espero, / tu
vendrás hacia mi con tu ternura”). “Conocí a Amparo Baluarte, su autora, en
1976”, dice Manuel en medio de una retahíla de recuerdos del panteón del
criollismo, sobre todo con Lucha. “La amistad con Lucha fluyó cuando comencé a
acompañarla a las verbenas”.
Manuel fue un cantante precoz. En San Luis de Cañete, donde nació en
1949, no tuvo oportunidades, pero cuando llegó a Lima, alrededor de 1958, su
tía Mercedes Traslaviña lo llevó a Radio Atalaya. Trinaba indistintamente
boleros, baladas y valses. Leo Dan y su “Santiago querido” era el modelo del
momento y lo fue suyo también. Manuel sonríe al recordar que cantaba “El preso
# 9” de Roberto Cantoral y susurra, ‘está rezando en la celda con el cura del
penal, / porque antes de amanecer la vida le han de quitar’. “¡Era un tema muy
fuerte para un niño!”, exclama.
Hasta que los valses definieron su estilo. Y pasó de ser cantante a ser
intérprete de ese pathos criollo que solo me atrevo a describir cuando lo oigo
en “Destino”, “Muñeca rota”, “Nuestro secreto” o, en una antología que me
acompaña en el carro, en el landó “Yo no soy jaquí” con cajón de Caitro Soto:
un desgarro de voz que aun en su más histriónico momento, en el verso de la desolación
del engañado o de la Promesa de amor después de la muerte, gira con las
evoluciones alegres del vals. La tradición y su personalidad se fusionan en una
voz que conmueve y desconcierta, porque parece de mujer cantada por hombre,
porque se detiene, se ensimisma y retoma, como si nada, su performance
convencional. En conclusión: desaparecido el ‘Zambo’ Cavero, Manuel es el mejor
cantante criollo y valga el mote Diamante Negro del Perú que le puso Emilio
Paredes.
“¿Te sentiste incomprendido?”. “Tenía que explicar a la gente que la
tesitura de mi voz es especial, que no grito como alguna vez dijo Guido
Monteverde”. “Eso fue un horror de Monteverde”, le digo. Pero no se fue por
eso, qué va. “El 15 de diciembre de 1992, luego de que llegué de una gira por
Europa y México, salí para Washington. Me contrató Alma Criolla, empresa de
Blanca Rodríguez y Martín Marius. Pasaron unas semanas y ellos me convencieron
de que la situación en el Perú no era buena, que trajera a mis hijos, que yo
era buen padre y podía darles un buen futuro”.
Han pasado 20 años y Álex y Elvis (sus hijos con Elsye Puelles, que
quedó en Lima), le han dado tres nietas (Georgette, Melanie Brigitte y Loannie)
y lo ayudan todos los fines de semana a cantar y viajar por EE.UU. Elvis, que
es además su manager, me llamó al día siguiente para darme una sorpresa.
“Hay algo que mi padre no te podía contar ayer”. “Me di cuenta”, le
digo. “Es que hoy tenía la cita para ver lo de su green card y ya se la
aprobaron. ¡Y ya estamos pensando en el concierto de reencuentro!”. Cuelgo para
llamar a Manuel y felicitarlo. Bendita ironía del migrante: la visa del sueño
americano más que un permiso para quedarse es un permiso para volver.
Llamo días después desde Lima. La cita es el 13 y el 14 de febrero en
el María Angola. “Pero solo será una visita”, aclara Manuel. “¿Qué es lo
primero que harás?”. “El repertorio todavía no lo tengo, pero creo que lo
primero que haré es ir a visitar la tumba de mi padre, veré a mi familia, luego
iré a San Luis de Cañete”. Te esperamos, Manuel.
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