Las historias se cruzan en
este bendito valle, con una triste realidad para dos personajes que en las
últimas horas, y con palabras desesperadas (y fueras de lugar) se aferraban a
lograr un revés a algo que no podían evitar.
Por un lado, un desencajado
Roger Taboada logro quemar sus últimas logísticas para alcanzar una notoriedad
que le fue esquiva en Cañete: Su presencia pasó desapercibida.
Los plazos se le vencían, por
ello desesperado atinó a empuñar su lengua contra el mandamás regional y el
Ministerio Público. Sin embargo, no logró cumplir con el encargo.
Le reprocharán sus financistas
que habiendo transcurrido más de 2 años, aún Javier Alvarado sigue sentado en
el sillón del Gobierno Regional de Lima. ¿Le pasarán la factura por tanto
gasto, y ningún eco en esta provincia?
Hasta sus cercanos seguidores
se preguntan si Lita Román lo seguirá considerando como vocero político de su
futuro movimiento regional, y es que su “trabajo político” ha sido estéril en
estas tierras para pesadumbre de los suyos.
Y no sorprende que detrás de
todo, se encuentren afiliados y el equipo de apoyo de “La Familia”, que en
palabras del “baqueano” Roque si está organizada, y ahora sabemos para qué
propósitos.
El resultado: Politizar el
tema judicial de Alvarado no ha causado efecto alguno en Cañete, que hasta los
que odian a la autoridad regional por radio y televisión local no sintieron
como propio el llamado de un crispado Taboada.
En el otro extremo, y pese a
la contundencia de las imágenes que comprometen al Gobernador Carlos Quinto,
éste muy suelto de huesos (y conciencia) salió a declarar que no había cometido
ningún delito, y que la fiesta “chelera” tenía como fino objetivo agasajar a un
gobernador distrital.
“No voy a renunciar”,
sentenció Quinto Céspedes, recordando que aquella noche pasaron por sus manos
una botella de vino y unas heladas cervezas, olvidado que se encontraba en la
oficina representativa de Humala Tasso. ¡Qué manera de perder la cabeza!
Señor Quinto, hasta la propia
municipalidad prohíbe la presencia de discotecas y bares dentro de 100 metros
cercanos a un colegio o institución pública. Por ende, si se prohíbe la venta,
¿no cree también que esté restringido el consumo, más aún en un recinto
estatal?
Usted, pese aquella
restricción empresarial, libaba sonriente a unos metros de un colegio y una
comisaria, así que no sea sinvergüenza para declarar, o es que aún “con una
botella, todo le da vuelta”, como reza la canción.
Su presencia alcanzó
notoriedad hasta en los medios nacionales, por lo que su salida se encontraría
cantada en las próximas horas, con la designación interina en la gobernación
provincial, de algún gobernador distrital (quizás de alguno de sus
acompañantes).
Dos personajes, dos historias,
dos lecciones: Ellos “cayeron” por sus propias “acciones”.
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